A contramano del mundo

Mientras en muchos países del mundo se está aceptando el peligro que representa el glifosato, en Argentina su uso se vuelve cada vez más intenso, poniendo en peligro a la población. Francia anunció que comenzará un proceso que tiene como meta la prohibición total del uso de glifosato.

 miércoles, 27-septiembre-2017

El glifosato se discute en gran parte del mundo. En nuestro país, avanza sin miramientos.


Desde que el Agencia Internacional para Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) determinó que el glifosato es un elemento cancerígeno grado 2 -o sea, posible cancerígeno- se abrió el debate sobre su uso en todo el mundo. Aunque el lobby empresarial es monumental, las evidencias de los efectos de este producto son inocultables. Por eso, Francia anunció que prohibirá todos los usos del glifosato antes de 2022, con una restricción progresiva.

En el país galo ya existe desde enero de este año la prohibición de uso del glifosato en espacios públicos abiertos y los particulares deberán dejar de usarlo en sus jardines y patios en 2019. Europa está a las puertas de decidir si le renueva la autorización de uso al glifosato por diez años más o no. Allí, en la Comisión Europea, Francia lidera la postura contraria a la utilización del glifosato y propone votar en contra o, al menos, reducir el período por la incertidumbre que genera el producto.

En Argentina, la situación va en el sentido contrario: el año pasado aumentó un 17 por ciento la cantidad de agroquímicos que se vendieron y utilizaron. El 65 por ciento de esos 400 millones de kilos que se usan en Argentina es glifosato (o sea, unos 280 millones de kilos). “Eso sucede porque la maleza está generando resistencia al glifosato. En 1996, se usaban 3 kilos por año por hectárea. En 2012, entre 10 y 12 kilos. Aumenta la contaminación y aumentan las ventas”, dice Medardo Ávila Vázquez, médico perteneciente a la Red Universitaria de Ambiente y Salud.

Hace veinte años, cuando el producto llegó a la Argentina, se lo comenzó a utilizar sin temoras gracias a los estudios que presentó Monsanto y se lo categorizó oficialmente como sustancia no tóxica. Luego, cuando la IARC lo clasifica como cancerígeno, la Red Universitaria de Ambiente y Salud reclamó al Senasa la reclasificación o reapertura del debate. “Presentamos formalmente todo, con papeles y documentos. Pero la propuesta fue rechazada”, dijo el médico.

Es más, Argentina no solo no controla el uso del glifosato sino que pretende establecer un protocolo nacional mediante una resolución que estableza el límite para fumigación terrestre a 100 metros de centros poblados y a 200 metros para fumigaión aérea. Esto es mucho más permisivo que las legislaciones de muchos municipios. Las empresas, agradecidas.