Miguel A. Ferreras

En el INTI no sobra nadie

El gobierno de Cambiemos con Mauricio Macri a la cabeza ha optado por hacer la presentación pública de su Master Plan para el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) con un disciplinador despido de por ahora, 258 empleados de esa institución. Disciplinador no porque imponga orden a indisciplinados empleados, como se pretende presentar a los despedidos, sino como advertencia a los restantes frente a la protesta en curso.
No hay dudas que en el INTI NO SOBRA NADIE, y que NO se trata de un reducto de ñoquis del anterior gobierno, muy fácilmente se puede verificar la idoneidad de los despedidos y la pertinencia de los puestos de trabajos eliminados.
Este texto propone una reflexión sobre los imaginarios sociales de la tecnología que hoy están en disputa en estos planes de gobierno y en estas políticas públicas.
Las tensiones en juego
Tecnología universal, neutral y opaca
En un polo podemos esquemáticamente ubicar a un imaginario construido a partir de los logros obtenidos por la ciencia y la tecnología desde la segunda mitad del siglo XIX, y con vertiginosa aceleración durante todo el siglo XX y lo que va del XXI. Se consolido así una idea de la tecnología como directa aplicación de la ciencia, con validez universal y neutral. Se la considera de este modo como un instrumento que se puede usar con cualquier ideología política y visión del mundo, para bien o para mal, equivocada o acertadamente, según los intereses y habilidades de sus usuarios. Es producida por expertos de alta especialización, a partir de una creciente diferenciación y fragmentación de los saberes, en centros específicos de Investigación y Desarrollo. La innovación tecnológica resultante se introduce (o inocula) desde esos centros hacia distintas realidades sociales en todo el planeta. Los productos así desarrollados son opacos para la mayoría en la sociedad, aunque prometan transparentarla, porque no les interesa el diálogo de sus expertos con otros saberes
Tecnología local, comprometida y en diálogo
En el otro polo de tensión podemos ubicar, siguiendo el mismo esquema, otra idea de la tecnología que acompaña un paralelo desencanto por las promesas incumplidas de un progreso para todos, que contrasta con la escandalosa concentración de poder y riqueza, de exclusión social, problemas ambientales y los crecientes riesgos de destrucción y de alteración descontrolada de la naturaleza.
Desde este polo la tecnología se concibe con autonomía respecto de la ciencia. Localizada en un particular contexto sociohistórico y político y que, lejos de ser neutral, responde desde el momento de su concepción a los intereses del pueblo. Este compromiso social lleva a que el conocimiento experto y de alta especialización, necesiten también de su complementación y de la construcción conjunta con otros saberes sociales. La toma de decisiones en una comunidad, o en una organización social, en relación al cambio o no de sus prácticas tecnológicas, es la resultante del componer en conjunto entre expertos y los integrantes de cada comunidad u organización. El prefijo de in-novación en este caso no alude a una introducción desde fuera, sino a la generación interna de un cambio tecnológico.
Una relación con la ciencia no tan lineal
Desde esta segunda perspectiva aunque se reconoce un íntimo y complejo entramado con la ciencia, se admite que la tecnología es un modo particular de conocer, organizar y operar sobre el mundo, que guarda importantes diferencias con las prácticas científicas. El caso de los primeros aviones es uno de los más emblemáticos. Se sostuvieron volando pese a ser mucho más pesados que el aire contra todas las teorías de la física de su época.
Esta forma de concebir la autonomía de la tecnología frente a la ciencia da más fuerza al argumento que sostiene que la tecnología no tiene validez universal sino local, puesto que tal validez está asociada al contexto sociohistorico y político en que opera, y a la cultura que la pondera en su efectividad en ese contexto. Y al considerarla como situada, no como universal, también se comprende mejor por qué no es neutra sino comprometida con algún posicionamiento político- ideológico y alguna visión del mundo en esa situación.
La universalidad y neutralidad en cuestión
Hace poco tiempo ocurrió un accidente en la provincia de Santa Fe en el que 8 patrulleros policiales “inteligentes” chocaron entre sí, ante la impotencia de sus ocupantes, al caerse una escalera de un camión que circulaba delante de ellos. Este hecho pone en cuestión la posibilidad de universalizar aplicaciones diseñadas en otros contextos sociales.
En relación a la neutralidad, quien observa con atención los planisferios que se usan en la mayoría de nuestras escuelas podrá advertir con sorpresa que el tamaño con que se representa a América del Sur es casi igual al de Europa, que tiene aproximadamente la mitad de superficie. ¿Podemos considerar neutrales a estas técnicas de proyección? No alcanza con que escalas de difícil interpretación corrijan el error que la imagen propone a nuestros ojos. Resulta obvio que este tipo de proyección “toma partido” por algunos en desmedro de otros habitantes de nuestro planeta. Máxime cuando existen otros modos de realizar estas proyecciones que evitan las anteriores deformaciones.
Sin embargo la idea de una tecnología universal, neutral y manejada sólo desde un críptico y cerrado lenguaje de expertos se ha consolidado tanto en el tiempo que atraviesa a posicionamientos político–ideológicos opuestos entre sí, sosteniendo aún su hegemonía a nivel global.
Master plan para el INTI vs. tecnologías sociales
Desde la perspectiva aquí esbozada se advierte el alineamiento de la política del gobierno para el INTI, en el primer polo mencionado. Una visión de la tecnología universal, neutral y desarrollada por expertos que sólo pueden intercambiar en sus fragmentarios espacios con pares de similar especialización. Así el gobierno recurre a una “prestigiosa” consultora internacional, sin apelar al menor diálogo o consulta con los expertos que existen en el INTI, con más de 30 años de trayectoria en esa institución, y con verificable inserción en diversos contextos nacionales. Se piensa que sus propuestas son de validez universal. Al ponderar proyectos específicos de innovación y de desarrollo con las inversiones que estos suponen, resulta difícil defender la neutralidad de las propuestas sin preguntarse a que intereses económicos responden y a qué hegemonía tecnológica.
En el polo opuesto tenemos una visión de la tecnología localizada en contextos sociohistóricos que: promueve la radicación de pequeños productores en las regiones más alejadas y menos favorecidas del país, genera tecnologías adecuadas para sociedades inclusivas, y considera diversas escalas de producción. Son relevantes en este enfoque las decisiones en relación a la selección de tecnologías capital intensivas o mano de obra intensivas. La propuesta realizada por el Ing. Enrique Mario Martínez en su paso por la presidencia del INTI de “producir donde no hay” y “producir lo que consumo”, fueron claros hitos de políticas de este tipo.
No se trata de tecnologías para pobres, ni de volver para atrás el reloj de la historia, sino de poner en blanco sobre negro las alternativas: a) seguir fomentando tecnologías que favorecen la concentración del poder y la riqueza a la espera de un nunca verificado derrame, o b) construir socialmente tecnologías adecuadas a sociedades inclusivas.
La decisión gubernamental de discontinuar las acciones de cooperación tecnológica con el pueblo boliviano en el área del hilado compartiendo desarrollos locales a partir del diseño de una hiladora eléctrica, y también las líneas de trabajo relacionadas con la agricultura familiar o la acción social, son un claro signo de las diferencias señaladas y de que EN EL INTI NO SOBRA NADIE.
Hacia tecnologías sociales
Los caminos para la construcción social de imaginarios alternativos de la tecnología son múltiples y sinuosos. Lo que construye la identidad de esta búsqueda es tanto la revisión de la idea de progreso, como el modo de procesar las diferencias. Una revisión de la idea de progreso asociada al consumo y a metas de productividad elaborada desde y a partir de las diferencias de quienes la realizan. La sustitución del imaginario actualmente hegemónico se puede dar en términos de producción de nuevos vínculos con el ambiente, y con todos los seres vivos, en organizaciones sociales inclusivas, que aspiren a un buen vivir. Que no es lo mismo que vivir bien en términos de creciente consumo y acumulación de tenencias.
En esta perspectiva será relevante la producción de nuevos sentidos del andar social en el tiempo, que demanda de más indicadores cualitativos que cuantitativos para evaluar ese andar. En esta tarea todos somos productores y las tecnologías simbólicas tan relevantes como las materiales.
Aunque no se trata de determinar destinos, los vientos de la historia parecen soplar en la dirección de las tecnologías sociales, contra toda reacción y sus cantos de sirenas, por lo que no debemos cesar de orientar las velas para que más temprano que tarde el INTI retome el curso a recorrer junto a su pueblo.