“En los tiempos que corren, no hay salidas individuales”
Lo dicen los fundadores de la “Feria Emprendedores de Zona Sur”, surgida hace cuatro años por el impulso de vecinos que buscaban generar un espacio donde ofrecer producciones artesanales, que incluyen alimentos saludables, ropa para grandes y chicos y servicios de catering. Aunque la actual situación económica pegó duro en las ventas, la feria cumple otros objetivos en la comunidad: “Implica recuperar el espacio público para poder encontrarnos, reconstruir un tejido social muy dañado, además del fin terapéutico que puede tener juntarse a tejer con otras”, dice a coro el grupo en el cual las mujeres ganan por goleada.
miércoles, 10-octubre-2018

Por Camilo Ratti
El cuartel general es el Centro de Salud de Santa Isabel, que comparte medianera con la Escuela Ernesto “Che” Guevara. Un dato que no parece ser casual en una comunidad con historias de lucha en su haber. Por las instalaciones del dispensario municipal pasa buena parte de la movida que un grupo de entre 25 y 30 personas sostiene a pulmón en la zona sur de la ciudad .
Ofrecer sus producciones artesanales y caseras es y será el objetivo central de la Feria Emprendedores de Zona Sur, surgida en mayo del 2014 con la intención de darle carnadura a un proyecto de vida: ser feriantes y, si la economía lo permite, vivir del intento. No está fácil, nunca lo fue, ni siquiera cuando la economía real funcionaba y repartía dividendos entre quienes componen el famoso “mercado interno”, concepto maldito para quienes han convertido al país en un gigantesco casino a cielo abierto, tierra prometida de especuladores y buitres financieros.
En ronda, mientras Norma sirve unos amargos en una pequeña salita del centro de salud, Adriana, Lucía, Violeta, Eduardo y María reconstruyen para Al Revés la historia de un proyecto colectivo y comunitario en el cual lo central no se negocia: el trabajo humano, fuente de toda transformación creativa. “Lo que hacemos se centra en la primacía de las personas y el trabajo sobre el capital”, dicen, a contramno de los proyectos que azotan al Cono Sur, con Argentina y Brasil a la cabeza.
Los puestos de la feria de Zona Sur también mostraron su producción en los predios de la UNC.
“En los tiempos que corren no hay salidas individuales”, aclara Eduardo, quien junto a su compañera Cristina pusieron en marcha un microemprendimiento de productos panificados cuando ambos fueron despedidos de sus trabajos, hace cinco años. Son, y el resto del grupo lo aclara, los únicos de los feriantes sureños que viven de su producción, ya sea la que venden en la feria o la que comercializan a partir de contactos que surgen mientras ésta transcurre.
Juntarse, antes que nada
Con una visión del emprendedorismo muy distinta a la que promueve el gobierno nacional, la primera Feria fue masiva. Se realizó en el Parque Los Algarrobos, ubicado entre los barrios Cabildo y Santa Isabel. Y desde ahí fue girando por distintos lugares. “El formato siempre ha ido cambiando, porque no tenemos un lugar fijo para realizar la feria”, cuenta Adriana, alma mater del proyecto, jefa del servicio de salud mental de atención comunitaria de la Provincia, que también participa del grupo de tejedoras Las Guapas, que tejen en el hall del Centro de Salud.
“Lo que producimos se centra en la primacía de las personas y el trabajo sobre el capital. Buscamos construir y desarrollar un espacio para la Economía Popular Sustentable”.
Violeta, costurera de la Feria de Emprendedores de Zona Sur.
La Feria es un proyecto interinstitucional, que coordina acciones con el área de Economía Social de la Municipalidad de Córdoba, y con la Secretaría de Empleo y Equidad de la Provincia, con la desmantelada Subsecretaría de Agricultura Familiar, con el INTA, con la Universidad Nacional de Córdoba y con la Universidad Católica, entre otras instituciones.
Sin embargo, no están habilitados por el estado municipal. Ninguna feria lo está. “Por eso estmos impulsando una ley de Economía Popular y una ordenanza, para poder enmarcar estos proyectos”, explica María, que diseña y cose ropa para niños. “Hoy la feria la hacemos en la vereda del dispenario de Santa isabel, pero la hemos hecho en la UNC, en la Católica, en el Hipódromo, en el Buen Pastor. Hemos probado de todo”, completa Norma, trabajadora Social del Centro de Salud.
Además de montar la feria cada quince días, el grupo participa en la distribución de verduras agroecológicas. Lucía es la que se encarga de aramr los bolsones y venderlos. “También vendemos quesos, huevos, miel, aceitunas, yerba, lo hacemos participando de la Mesa de Soberanía Alimentaria”.
Todos los productos de los feriantes son de fabricación artesanal y tienen mucho trabajo humano.
Competencia desleal
Aunque casi todos tienen otros ingresos o profesiones para ganarse el mango, el grupo coincide en que el 2015 fue un punto de inflexión: “La importanción fue tremenda, no podemos competir con la feria de Villa Libertador, donde ahí solo se compra y se vende, no hay producción artesanal. Y nosotros podemos negociar la materia prima, pero el trabajo humano no se negocia”.
La recesión de la economía se siente. “Antes vendíamos casi toda nuestra producción en la feria y ahora no”, remarca María. Adriana completa la idea: “Es muy difícil vender productos que no formen parte de la canasta familiar”. Tan dura está la calle, que Eduardo se sorprende de sus propios hábitos de consumo: “Nunca imaginé que iba a comprar un pantalón usado”. Un fenómeno que los medios oficialistas presentan como “moda” para justificar el ajuste.
La malaria se siente no sólo en los bolsillos de quienes asisten a la feria a comprar. También entre quienes venden: “Hoy nos juntamos entre varios para ir a otras ferias, ya sea para pagar la nafta del auto o para tomarnos un taxi, incluso nos movemos en colectivo. Tampoco compramos comida en la feria, llevamos de nuestras casas”, reconocen todos.
Recuperar el espacio público
Frente a un modelo económico que prioriza el mérito individual frente al esfuerzo colectivo, las leyes del mercado no son lo sustancial de estos emprendedores de zona sur. “Faltan políticas por parte del Estado que acompañen y promuevan la economía popular o social. La Muni te da capacitaciones, pero sólo nos habilitan una o dos veces al año un espacio para montar la feria, faltan puntos de venta fijos”, advierte María.
La realización de actividades culturales es otro de los objetivos de la Feria de Zona Sur.
Violeta vive en Barrio Renault, del otro lado de la ruta, es costurera y comparte con María un servicio de catering. “No es fácil llevar adelante proyectos colectivos, pero mucho más difícil es hacerlo sola, más en este momento que todo está estancado”.
Aunque la sequía económica atraviesa a las grandes mayorías y afecta el funcionamiento del proyecto económico, el grupo destaca que “la feria genera movimiento, es un espacio de encuentro y contención. Se organizan actividades y se generan vínculos. Se recupera el espacio público, que hoy está faltando, la gente siente la necesidad de hacer algo, de estar con otros. Largamos un curso de pan y tenemos lista de espera”, cuenta Adriana.
“La feria genera movimiento, es un espacio de encuentro y contención. Se organizan actividades y se generan vínculos. Se recupera el espacio público”.
Adriana, integrante de la Feria Emprendedores de Zona Sur.
No hay duda, la calle está dura. Pero no es motivo suficiente para que los hacedores de la feria tiren la toalla. “Si bajamos los brazos y nos dividimos, la cosa se va a poner mucho más difícil”, me dicen, mientras caminamos hacia la esquina para despedirnos. El nombre del revolucionario argentino-cubano nos hace guardia desde la puerta de la escuela. Por las dudas se nos ocurra darnos por vencidos.