Patricia Acevedo

Entre el patrullaje y la protección social

Hace apenas unas semanas, algunos de nosotros veíamos asombrados como en algunas ciudades, en particular en Bariloche, vecinos salían y reiteraban públicamente los discursos en relación a los otros, los enemigos, los que vienen a quitar/usurpar nuestras tierras. El discurso mediático mayoritario, el discurso oficial acerca de los otros y la construcción del enemigo interno, parecía estar ganando en la batalla de las ideas.
En estos últimos días, en las principales ciudades de nuestro país y también en algunos lugares que quizás ni figuran en los mapas (por caso en el norte cordobés) la sociedad salió a las calles. Los otros de ellos, los nosotros, se manifestaban en una amplia mayoría, pacíficamente. Lo hacían en contra no solo de las reformas previsionales propuestas por el gobierno de Mauricio Macri, sino además, contra los políticos que traicionaron sus recientes promesas de campaña.
Dice Pilar Calveiro[1]: “Los desaparecedores eran hombres como nosotros, ni más ni menos; hombres medios de esta sociedad a la que pertenecemos. He aquí el drama. Toda la sociedad ha sido víctima y victimaria; toda la sociedad padeció, y a su vez tiene, por lo menos, alguna responsabilidad. Así es el poder concentracionario. El campo y la sociedad están estrechamente unidos; mirar uno es mirar la otra. En el caso de la última dictadura existió, por un lado, un consenso tácito extendido y, por otro, uno explícito más acotado. Comparando con el golpe del 55, cuando multitudes antiperonistas salieron a manifestar su apoyo a la autodenominada Revolución Libertadora, en la noche del golpe militar de 1976 en Buenos Aires la Plaza de Mayo estuvo completamente desolada. Calveiro afirma que “muchísimos argentinos en el ámbito privado aceptaron el hecho como una solución a la crisis de gobernabilidad que se había creado en los últimos meses del gobierno de Isabel Perón, seguramente bajo la idea –recurrente en el siglo XX argentino– de que la única opción frente al fracaso del gobierno constitucional consistía en confiar a los militares la tarea de recomposición de la autoridad y el orden”.
Hace 34 años, más precisamente el año del retorno a la democracia, Guillermo O´Donnel, un politólogo argentino, describía lo que había sucedido durante los duros años de la dictadura cívico-militar en nuestro país, con esa frase tan cruda: “Hubo una sociedad que se patrulló a sí misma: más precisamente, hubo numerosas personas que sin necesidad oficial alguna, simplemente porque querían, porque les parecía bien, porque aceptaban esa propuesta de orden que el régimen, victoriosamente, les proponía como única alternativa a la constante evocación de la imagen del caos pre-76, se ocuparon activa y celosamente de ejercer su propio pathos autoritario”.[2]
Entre el jueves 14 y el lunes 18 de diciembre, me atrevo a afirmar que emergió una sociedad que se protegió a si misma. Que protestó en defensa de los viejos de hoy y de los de mañana, que protestó por los que menos tienen y menos reciben en la distribución de la riqueza, que protestó y protegió a los beneficiarios de la AUH. Una sociedad que salió encuadrada bajo banderas de partidos políticos, organizaciones sociales, del trabajo y la producción. Que salió como ciudadanos y ciudadanas preocupadas y un poco más conscientes de que la política se ejerce no solo en el Congreso, que los debates y las luchas políticas se dan también en la calle, y es en ese sentido que emergió una sociedad que recuperó y llenó de contenido la calle.
Y hubo también un Estado que avasalló a esa sociedad. En primer lugar, como ya lo viene haciendo: a través de sus discursos desmedidos, desbocados, estigmatizadores, clasistas. Un Estado que avasalla y violenta con sus actos, que no escatimó poner en la calle perros, policías, gendarmes, camiones hidrantes, motos, gas pimienta y proyectiles para responder de ese modo a la movilización de la sociedad a la cual se supone el Estado debe proteger. Se invirtieron las protecciones: el Estado protegió a gobernantes y políticos que traicionaban sus promesas, y violentó a la sociedad. A una sociedad que se protegió a sí misma.
Quizás porque es necesario recuperar las utopías, y la acción colectiva sobre un mal gobierno es una acción de conquista de la nueva sociedad, de una nueva esperanza, de un nuevo horizonte posible, en la batalla entre la patrulla y la protección, lo de estos días nos alienta a pensar que las luchas por memoria, verdad, justicia y redistribución no han sido en vano, y nos empujan a seguir trabajando por una sociedad más inclusiva y protectora.
[1] Pilar Calveiro, Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Buenos Aires, Colihue, 2001.
[2] O´Donnell, Guillermo., Democracia en la Argentina micro y macro. En Oszlak, Oscar (compilador), Proceso, crisis y transición democrática, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984.