Fundir los bombos y quemar las naves
El intendente Llaryora, llegado de San Francisco y apadrinado por el Gobierno de Córdoba, está llevando adelante una serie de reformas de claro tinte neoliberal. Lo hace enarbolando la bandera del justicialismo que lo sentó en la intendencia.
sábado, 11-julio-2020

Por Hugo Suarez, fotografías y redacción.
Un denominador común enfrentan los trabajadores cada vez que salen a la calle a defender sus derechos: Están “demonizados”. La visualización de sus carencias raramente se nos aparece como algo que puede pasarle a los demás asalariados. Muy por el contrario, la sectorización de empleados estatales y privados y dentro de cada uno de estos dos grandes universos, la atomización en grupos más pequeños juega muy a favor de los correspondientes empleadores, sea este el Estado nacional, provincial o municipal; sea este un Paolo Rocca o un Vicentín. Divide y triunfarás.
No es casualidad que aquellos gremios con mayor representación y cuyos dirigentes gozan de mayor consenso entre sus feligreses sean los más atacados. Le pasa al SUOEM desde siempre, a LUZ Y FUERZA. Cuando “para” el transporte urbano la culpa es siempre de los choferes y no de los empresarios. Cualquier demanda de los docentes seguida de “paro” termina con el expreso pedido de la cabeza de los mismos. No hay razón lógica, si uno mirara sin el sesgo de la contaminación mediática, para que los trabajadores se enfrenten con trabajadores. Conseguir la complicidad aunque sea por empatía de los vecinos a cada protesta social resulta hoy claramente imposible. Si no te toca de cerca, lo mejor es callar. Tal es la consigna que parece haber echado raíces dentro de la subjetividad del libre mercado.
El intendente Llaryora, llegado de San Francisco y apadrinado por el Gobierno de Córdoba, está llevando adelante una serie de reformas de claro tinte neoliberal. Lo hace enarbolando la bandera del justicialismo que lo sentó en la intendencia. La excusa es reducir el gasto. El blanco elegido son los trabajadores: Reducción de sueldos, reducción de horas extras, vaciamiento de áreas vinculadas a la Cultura. Caducidad de chapas de inspectores, disminución del presupuesto en áreas consideradas no esenciales. El hilo se corta siempre por lo más fino.
El agravante es que todas estas medidas son llevadas adelante durante una cuarentena sanitaria que, al menos en los papeles, obligó al Estado Nacional a disponer de una serie de medidas que defendieran los puestos laborales y garantizara el cobro de sueldos. El enunciado político fue claro en lo que respecta al cuidado de los argentinos. Muy por el contrario, las acciones ejecutadas desde la intendencia parecen no sólo ir a contramano de la prescripción oficial, sino que además tensa la cuerda del conflicto social en aras de un modernismo faraónico que se visualiza sólo en obras de maquillaje: “33 millones para un edificio, y la salud espera”, reza un cartel en plena marcha.
En tiempos de aislamiento social, están prohibidas las aglomeraciones de este tipo. Ha habido sanciones a delegados gremiales por marchar y apercibimientos en nombre de la salud pública. Pero los gremios marchan, aún dentro de un margen esperable, supongo yo, de conflictividad. Los gremios marchan y es lógico que lo hagan. La crisis no se explica sólo desde la pandemia. Ningún estadista habrá supuesto la inacción gremial. Ningún llamado al diálogo suena sincero.
El pasado viernes 03/07, el SUOEM copó de manera pacífica varios de los puentes de acceso a la ciudad. Se visibilizó así una escalada que lleva varias semanas “in crescendo”. Caras tapadas, desconfianza hacia los medios, conocen el paño. En el puente Sarmiento, personal de Salud (principalmente del DAPS), manifiestan contra el vaciamiento en el área respectiva. No es un reclamo nuevo, pero el modus operandi de la gestión actual resulta un catalizador para la protesta. En el centro de la ciudad, más precisamente en el Patio Olmos, choferes de ERSA reclamando el cobro de sueldos atrasados, conflicto que también atraviesa a la gestión municipal. Los detalles de este frente son sorprendentes. “Majo”, esposa de un trabajador de la empresa me ilustra: “… nos deben diferencial de abril y mayo. El vale de mayo y junio y el aguinaldo”. Enmarcados en una olla popular en la sede de UTA Córdoba, el principal reclamo es la falta de representación de los delegados. Carla Esteban es la persona apuntada. Se sienten traicionados. Hay 32 compañeros trabajando por fuera del convenio, las ART dejaron de cubrirlos durante la cuarentena. La obra social tampoco se estaría haciendo cargo de su salud y de la de sus familiares. Hay una niña electrodependiente que no estaría recibiendo el tratamiento adecuado. El seguro tampoco estaría protegiendo a los choferes: cualquier accidente en la vía pública corre por su absoluta responsabilidad. Otro de los choferes observa: “… decime dónde está el dinero que giró la nación para nuestros sueldos, por que las empresas lo recibieron!” La cuarentena ofició como un escudo para los empresarios que alegan una baja considerable del pasaje. Quizás por ello la Municipalidad no dio de baja la licencia a la empresa que según convenio, con más de tres días consecutivos de paro, se deben cancelar. Excepciones según convenga.
“El día o la noche en que por fin lleguemos,
habrá sin duda que quemar las naves,
así nadie tendrá riesgo ni tentación de volver”.Mario Benedetti
Mucho se habla sobre qué tipo de sociedad resultará postpandemia. Enhebrando una reflexión, quizás como nunca se nos presentó una oportunidad tan clara para cambiar el rumbo de las cosas, pero tengo la impresión de que seguimos pensando de manera egoísta. Veo a la gente molesta por las manifestaciones, argumentando la ilusión de pertenecer a una clase media cada vez más desdibujada. La vía elegida parece ser salvarse uno mismo y ser indiferente mientras los problemas no nos toquen de cerca. Zygmun Bauman decía hace un par de años (hablando del capitalismo), que un sistema capaz de mutar permanentemente y a voluntad su centro de equilibrio, lejos de ser un sistema decadente era más bien un sistema manifestándose con pleno vigor. Mientras como trabajadores sigamos molestos por el sonido de los bombos que se funden en cada marcha, no construiremos esas naves que nos lleven a las orillas de una sociedad más justa.