Miguel A. Ferreras

Fútbol, VAR y transparencia

El sistema Árbitros Asistentes de Video o VAR (por sus siglas en inglés), implementado en el reciente campeonato mundial de fútbol.
En el Mundial de Fútbol 2018 hemos presenciado la irrupción del VAR en esta vidriera del fútbol. No hay que ir demasiado atrás en el tiempo para recorrer el arco que lleva del potrero de barrio (que felizmente aún subsiste) al estadio faraónico; de los jugadores que lo hacen con lo que se tiene y pueden, a los jugadores de elite que ponen condiciones de príncipes para hacerlo, sustentados por un poder económico que compite con el producido de más de un país; del juego bajo la sola mirada de amigos y familiares, al juego seguido en vivo por todo el planeta, y con presencia de presidentes de naciones.
La aparición del VAR en el ámbito mundialista es una oportunidad para hacer algunas reflexiones sobre este hecho, ocurrido en el marco de un proceso sociohistórico que condensa la pasión de diversos pueblos.
Alteraciones del registro
Al margen del balance que pueda hacerse sobre los resultados del uso del VAR uno de los cambios que produce es que todo actor expuesto a su registro actúa de modo distinto a partir del momento en que sabe que está siendo registrado por el VAR. Nos recuerda a Valdrada una de Las Ciudades Invisibles imaginada por Italo Calvino, en la que todo lo que hacían sus habitantes, aún dentro de las habitaciones de sus casas, se reflejaba en el lago a cuyo margen se asomaba la ciudad. En ella ya nadie amaba o mataba sino teniendo en cuenta como eso se reflejaría en el lago. Se abre así la pregunta sobre si lo que conduce la acción es la intención humana, o el reflejo de esa acción en el lago. En el caso del VAR la búsqueda de certeza y de visibilidad sobre lo ocurrido, lleva a cambiar y dejar oculta la acción y la intención que existirían sin el VAR. Algo parecido ocurre cuando a un paciente le sube la tensión arterial ante la sola presencia del médico que se la mide. Lo que registra el VAR no es lo que ocurriría sin su presencia. El VAR no opera como un neutro instrumento, mas bien lo hace como un mediador que modifica el comportamiento de los otros actores.
Insuficiencia del registro
Una de las razones que parece impulsar la introducción del VAR es la pérdida de confianza en el actor humano, en el árbitro. Aún por prestigioso que este sea, su autoridad y rectitud para interpretar y aplicar el reglamento es puesta en tela de juicio por los espectadores, sobre todo si pertenecen a la hinchada del equipo afectado por una decisión arbitral. La información que comparten los espectadores está casi nivelada con la del árbitro y en algunos casos hasta puede tener un ángulo de visión más adecuado que la que tiene en un momento el árbitro. Pero además hay otra razón para la desconfianza: la conciencia de las fuertes presiones o condicionamientos de tipo económico o de influencias sobre su carrera a las que el árbitro puede estar sometido, condicionando su imparcialidad. El registro del VAR se presenta entonces como una evidencia más confiable que avala lo decidido por el árbitro. El riesgo de esta búsqueda de evidencias indiscutibles es que pueden llegar a ser progresivamente insuficientes, al requerir registros más completos y complejos para reconstruir la acción. Además la intención que mueve la acción queda de todos modos al margen de estos registros.
VAR y mercantilización
La desconfianza en los árbitros, la búsqueda de decisiones basadas en evidencias, y los cambios de actitudes en todos los actores que esto produce, no se terminan de comprender si no las insertamos en un largo proceso de mercantilización de las prácticas futbolísticas que reconoce características equivalentes a las que se pueden observar en otras actividades y profesiones sometidas a estos procesos. Vista en esta perspectiva el propio VAR y los sistemas que verifican el ingreso de la pelota en el arco para definir el gol, son apenas un detalle más en la parafernalia de elementos que el mercado moviliza para aumentar y concentrar las ganancias. Este proceso se proyecta también hacia atrás en la cadena de la formación de jugadores, llegando a acorralar al viejo placer lúdico de jugar al fútbol en el potrero del barrio, y aprender así las primeras lecciones de acción colectiva regulada por reglamentos. En estas situaciones el vínculo amistoso, aún puesto en tensión por la competencia o rivalidad de equipos vecinales, es lo que conduce la práctica. Estos modos de vincularse entre los seres humanos es lo que viene a romper, o al menos poner en jaque, el proceso de mercantilización. Un padre desesperado porque su hijo llegue a ser un jugador internacional puede arruinar la más festiva tarde de barrio. Ni que hablar cuando los medios de comunicación resaltan ese supuesto camino al éxito. El uso del VAR: ¿moderará la exposición y presión mediática ya existente sobre los jugadores considerados como mercancías, o por lo contrario acelerará este proceso en los niveles preprofesionales?
No todo es mercancía
El proceso de entramado de la tecnología con el fútbol parece tener algo de irreversible, con similitud a las que conocemos en relación a la incorporación del automóvil en la vida social, o al uso de la electricidad, la televisión, los celulares e Internet. Pero nada impide abrir caminos de prácticas alternativas. Así lo podemos advertir en otras culturas en las que el desarrollo tecnológico recorre otras sendas y, en forma incipiente, en otras prácticas en nuestra cultura. Por caso en la atención de la salud donde también se puede ver una línea de trabajo que se asienta en las evidencias aportadas por la tecnología médica. En este caso también se puede reconocer una pérdida en el prestigio social y autoridad de los médicos vinculada al menos con dos razones: a) un mayor acceso de la población en general a la información médica, facilitada en gran parte por Internet y los medios de comunicación; y b) una progresiva mercantilización de la medicina, que lleva incluso a ubicar al médico como un asalariado más de una prestadora de salud en ocasiones multinacional, cuyo objetivo es acumular ganancias más que mejorar la salud. Las evidencias maquinalmente obtenidas y registradas compensan esa pérdida de confianza y son reaseguros para ambas partes en caso de juicios de mala praxis médica. El médico puede pedir un estudio, no porque lo considere necesario, sino porque en el se refleja información que justifique su actuar. El paciente también reclama la evidencia registrada para tranquilizar sus dudas o sospechas. Ha surgido ya hace tiempo en salud otra línea de trabajo que presta atención, o se basa más en las narrativas que en las evidencias técnicas. La escucha y el diálogo con el paciente arrojan mejor información, aunque no sea cuantificable, sobre la evolución de la salud y la terapéutica a seguir con el paciente, más que los registros maquinales y sus congeladas evidencias.
La clave que distingue ambas líneas de trabajo en el campo de la salud, que no impide manejarlas complementariamente, es la revisión de los vínculos médico-paciente y la mayor ponderación de los aspectos psicológicos, sociales, emocionales y ambientales en que vive el paciente. Así el paciente deja de ser una úlcera o un número de historia clínica para ser una historia de vida en diálogo con otra historia. Así se recompone la confianza perdida en el médico y sobre todo se recupera la salud con un mínimo de recurso. No se trata de un retorno al oscurantismo sino de la puesta en juego del mejor y más actual conocimiento científico y tecnológico disponible, que prescinde de la acumulación de ganancias como condición de posibilidad o como supuesto fundacional.
Alternativas a la opaca transparencia
La complejidad del cuidado de la salud, la del juego y profesión del fútbol que apasiona a los pueblos, no se transparenta con registros de evidencias puntuales, meras referencias para definir problemas de reglamentos o protocolos. Estos registros se transforman en una fuente inagotable de demanda de más transparencia que el mercado gustoso oferta. La complejidad y el potencial de ambos procesos no se pueden reducir con técnicas.
Los caminos alternativos están a la vista, con mucho menos prensa, el fútbol como juego, como entretenimiento, como modo de encuentro y de aprendizaje de prácticas sociales, sigue anidando en miles de canchas en las que se juega con lo que se tiene, con cualquier calzado, o sin él, en contacto con la tierra y con pasiones que se aprenden a manejar. Como en la salud, es tarea de cada grupo social, de cada uno y de cada día, ir optando por una u otra vía de acción y también, o sobre todo, opción de un proyecto político que podemos construir con nuestro pueblo.