“Hay una nueva forma de percibir el tiempo y muchos no se la bancan”
Entre las encrucijadas personales y sociales que habilita la cuarentena, Darío Sztajnszrajber detecta algunas sobre las que propone pensar el tiempo, los mecanismos de control y las narrativas que se instalan sobre la experiencia de lo colectivo. "En este tiempo abierto el problema es que tenés que vértelas con vos mismo, y ante eso uno huye, porque lo que ves es mierda", resume.
miércoles, 1-abril-2020

A través de la cuarentena, Darío Sztajnszrajber encuentra una nueva manera de percibir el tiempo, que no está desprovista de una angustia inevitable y necesaria.
El aislamiento, la quietud y en muchos casos la soledad, definen el común de las circunstancias de la gran mayoría de las personas en casi todo el mundo, con el agregado argentino de que la crisis económica sigue siendo el bajo continuo de la composición. “Creo que el virus vino a conjurar algo que ya estaba como predispuesto”, asegura, en una entrevista con Nada del Otro Mundo y que comienza con una reflexión sobre la potencial sutura de la grieta.
“Hay una estructura, un dispositivo, un modo de ordenamiento de lo social, que el coronavirus vino a exacerbar estructuras que venían para este lado. No es casual que en los diarios aparezcan las mismas notas que venían apareciendo antes”, dice, en referencia a los artículos sobre la cuarentena de los “famosos en pantuflas”, que ocupan tiempo y espacio en las noticias. “Hace un año podría haber sido famosos en pantuflas en Semana Santa. Hay una necesidad de bajar estas noticias como si fuera lo importante, lo actual, el modo en que se construye lo interesante, lo que implica un interés, y la pregunta de siempre es a quién le interesa, por qué se predispone de este modo y no de otro”, dice.
Entre esas notas de atención, las que refieren a los cacerolazos para pedir rebajas en los sueldos de los políticos aparecen como un reverdecer de la grieta, que la pandemia parecía haber suturado. “Me parece que hay un formato que sigue vigente y habría que analizar lo que trae el coronavirus en la medida en que reproduce este tipo de estructuras. Ese formato es la grieta. Aparece en las declaraciones de Susana Giménez diciendo que no es peronista pero que apoya lo que hace Alberto. Es una noticia que es soslayada, porque debería ser la tapa de Clarín. Si hay una forma de suturar la grieta, si hay una declaración que muestra un cambio fundamental, es esa”, asegura.
El filósofo agrega que lo que dice Susana es algo que está circulando también entre quienes no votaron al gobierno, “que por miedo, confianza o porque tomó decisiones con cierta eficiencia, gente que no lo votó se sostenga en su identidad y diga que está haciendo bien las cosas, eso tiene mucho más de suturar la grieta que la pelotudez que se propone de pensar todos lo mismo”.
“Ahora, hay un formato al que no le conviene que se suture la grieta, porque esta maquinaria que vive de la grieta y la construye, vive de esa exaltación de las antinomimas. Entonces es una noticia que queda soslayada y por eso toma mucha más importancia el cacerolazo. Hay una parte de la ciudadanía que, independientemente de las medidas que se tomaron, identitariamente están en contra y siempre van a busar la manera de mostrar lo negativo y estar en contra”.
En cuanto a las alteraciones de lo cotidiano, lo que más le llama la atención a Darío Sztajnszrajber es la nueva percepción del paso del tiempo. “Hay como una sensación de que estas son vacaciones extendidas”, resume, pero señala enseguida la introyección de las estructuras que hasta ahora permanecían en el mundo exterior. Hacer cosas que no hiciste, ordenar el placard, hablar con amigos, gente que no ves ni te mensajeas hace años. “Es continuar la enajenación que antes se daba afuera, la introyectas. Adentro se te abre una posibilidad, se nos desquicia nuestra percepción del tiempo, nadie se está poniendo el despertador, el tiempo corre de otra manera, ya no lo contamos en días, nadie sabe qué día es, los fines de semana ya no lo son. Estábamos tan enajenados a un sistema secuencial de la temporalidad, donde el calendario lo era todo, los horarios constituian nuestra subjetividad cotidiana y de pronto tenés un tiempo abierto: el tiempo no pasa. Hasta cambia nuestra medición , ya no importan los días, sino si es mañana, tarde o noche. Es la nueva forma de percibir el tiempo y muchos no se la bancan porque no estamos seteados para eso”.
Esa incomodidad, dice Darío, se potencia ante la confrontación de la soledad. “Cuando disponés de ese tiempo abierto el problema es que tenés que vértelas con vos mismo, y ante eso uno huye, porque lo que ves es mierda, que hasta ahora uno no hizo una mierda de lo que quería hacer, se ve uno mismo en el entramado de disposivos previos que nos hacen y nos deshacen, uno ve la matrix. Es como un gran domingo esto. El domingo es insoportable porque uno para la maquinita y mira lo que uno es, o cree que es, ves lo que hacen de uno. Entonces esa sociedad de la productividad que ahora está detenida, la introyectas a tu casa, entonces te volvés un laburante en tu hogar”.
Si la máquina para, aparece la angustia, dice el filósofo. “Entonces ordenás, escuché a gente decir que si el tiempo se vuelve insoportable tenés que hacer rutinas. Para mí eso es lo peor, hacer rutinas para zafar, porque esta es la oportunidad de desrutinizar. Claro que angustia, pero la vida misma angustia. Nos han hecho creer que la angustia es negativa, y de repente la tenés ahí, enfrente, a ver dónde nos mueve, a dónde se dirige”.
Y mientras puertas adentro se abre una percepción nueva del tiempo, en la construcción colectiva se imponen narrativas que Darío detecta asociadas a dos paradigmas preponderantes. “Hay dos narrativas que son las que más garpan, que no necesariamente reflejan el estado de las cosas, pero en las que nos investimos y nos sentimos bien: una es la militar y otra es la religiosa. ¿Por qué apocalipsis y por qué guerra contra el virus? ¿Por qué la narrativa inmunológica es épica?”, se pregunta y encuentra una respuesta posible en la historia de la denominación. “Cuando lo empezás a analizar desde la biopolítica, toda esta forma metafórica de hablar del sistema inmunológico como un sistema de defensa, como que el virus es un enemigo que viene a invadir tu cuerpo, surgió en Estados Unidos en los años ’50, en plena guerra fría se vino a constituir este tipo de metáforas. Es eficiente, genera miedo y una reacción directa, sirve para este momento, pero eso no significa que esa narrativa sea real y no se le vea su otra parte. Un día el virus pasará pero las metáforas quedarán, y ahí agarrate catalina. Está buenísimo salir a putear al que violó la cuarentena, pero si despues se vuelve una práctica común de la vida ciudadana el estado de denuncia policíaco y de vigilancia constante como realización de tu vida, perdimos la batalla”.
Audio completo de la entrevista: