Francisco González Brizuela

 

columnista alreves.net.ar

Heridas de la obscena prepotencia cool

El Lector Sensible escribe con marcador rojo en todos los vidrios de su casa; si alguien pudiese espiar y deambular allí para seguir la secuencia podría leer: cada semana creo que el cinismo ha llegado al límite, a esa frontera de desesperanza ruinosa desde la cual uno puede empezar a vislumbrar los brotes de esperanza entre los escombros. Pero no. La prepotencia del poder hegemónico es implacable. Su torpeza ofende. Su impunidad enfurece. La mansedumbre de los engañados apena.

El atardecer se va adhiriendo a todas las paredes y a todos los objetos. La pena también. Desde la radio brota la potente voz de Gabo Ferro “la verdad es perro fiel que vive en todas las casas, que muerde a quien no lo atiende y defiende al que lo guarda…”

El Lector Sensible decide salir. Necesita salir. Camina con su perro invisible un tiempo impreciso. Entra al bar al que atávicamente recurren los solos entre tanta gente. Se sienta en la barra, pide cerveza roja y maní. La melodía de Silvio se cuela entre vasos y copas con suave firmeza “yo vivo de preguntar, saber no puede ser lujo”. La mujer que lo atendía recordó súbitamente (y a viva voz) aquella escena en la que, tras una pregunta sensible, una diputada republicana y religiosa responde desde la certeza del desquiciado “ese muchacho fue visto en Chile”.

Un viejo desde la mesa de atrás rememora esa mañana en la cual se suceden las preguntas a un ministro de finanzas al que su estampa canchera no le basta para disimular sus titubeos al intentar dar respuestas verosímiles. Uno de los mozos agregó que aún conserva la imagen de la tersura de aquella camisa slim fit –el uniforme gubernamental- contrastando con los pliegues del ceño “del ministro desfinancia” al sentir que las repuestas ensayadas se le acababan. Varios asienten en silencio, todos apuran un trago. De lo que sea, de lo que tengan a mano.

El trago de Lector Sensible acaba con la cerveza. Mientras los últimos vestigios de espuma descienden por el vaso, desde su memoria resbala aquella respuesta de Alain Badiou en la U.N.C., en 2012: “pensar es tener el medio para hacer una pregunta y también tener el medio para comprender cómo lo real va a responder”. ¿Cuánto puede ocultarse la respuesta de lo real? El Lector Sensible se sacude la pregunta en el mismo movimiento que pide otra cerveza.

Silvio ya no los acompaña, en el aire danzan las voces de Maria Bethania y Omara Portuondo “¿O qué será que será?…o que não tem governo nem nunca terá, o que não tem vergonha nem nunca terá, que não tem juízo”. El tema de conversación en el bar ha cambiado. O no. ¿Leyeron las preguntas del juez Moro a Lula? ¿Leyeron sus repuestas? ¿Desde cuándo los medios monopólicos son tutores de la libre expresión y de las políticas de Estado más convenientes para sus clientes? ¿Desde cuándo el parlamento o el poder judicial pueden ejercen de electores del poder ejecutivo de turno? ¿Cómo logran esos ecos publicitarios de decencia, república y antipopulismo tapar el sonido del malestar diario? ¿De qué hablan en este bar? ¿De Brasil? ¿De Argentina? ¿De la región? ¿Desde cuándo las leyes se derogan por decreto? ¿Desde cuándo se condecora a quien reprime con brutalidad y se protege a quien dispara por la espalda? ¿Desde cuándo las promesas se rompen con ánimo celebratorio en la cara de los crédulos?

Nuestro Lector Sensible se marea, desde el murmullo de fondo emergen acordes de una guitarra y el susurro de Drexler: “Hermana duda, pasarán los discos, subirán las aguas, cambiarán las crisis y pagarán los mismos. Y ojalá que tú sigas mordiendo mi lengua. Pero esta noche, hermana duda, hermana duda, dame un respiro”.