Miguel A. Ferreras

Incierta seguridad

La inseguridad cotidiana que pregonan a cada momento los medios hegemónicos de comunicación, es presentada como un flagelo delincuencial que afecta a toda la ciudadanía, a quien le roba bienes materiales, la salud o la vida. En estas crónicas se hacen continuos recuentos de los siempre insuficientes recursos humanos de las fuerzas policiales y su parafernalia de recursos técnicos materiales y virtuales.
Una mirada más amplia
El modo expuesto de presentar la situación, que por cierto no es inocente, reconoce al menos dos problemas a revisar: a) invisibiliza la inseguridad que padecen quienes no saben cómo obtener el alimento cada día, todos los días, y la inseguridad que implica no conseguir trabajo que permita asegurar el sustento familiar y acceso a prestaciones de salud y vivienda; y b) prioriza la represión del delito frente a la posibilidad de mejorar los vínculos sociales y morigerar las inseguridades de todes, especialmente la de quienes, por caso, son discriminades o detenides por “portación de cara” al intentar circular y acceder a los centros donde se puede conseguir algún trabajo.
La metáfora de la “invasión alienígena”, candorosamente utilizada por la esposa del Presidente de Chile para referirse a un pueblo que reclama por derechos elementales, evidencia los intereses que orientan la mirada de la seguridad de los sectores dominantes. ¿Por qué no podemos pensar que a quienes padecen hambre en nuestro país, se les ha robado el acceso a un trabajo y al alimento cotidiano, y a esto cronicarlo a diario como un delito, tal como se hace con los otros?
Planteadas así otras caras de la inseguridad podemos aportar algunas preguntas y reflexiones para orientar la indagación y la acción.
Mercado y delito
El incremento de los hechos delictivos, beneficia a los delincuentes, y al mercado con la compra de equipamiento para la seguridad. ¿Se puede esperar entonces que del aumento de la compra de equipamiento, dependa la disminución de los hechos delictivos?
La tecnología pensada como un sustantivo que sintetiza y aplana procesos complejos y heterogéneos, y reducida a sus emblemas de artefactos materiales y virtuales, abre el riesgo de dejar la solución del problema en manos de sistemas “inteligentes”, que nos asombran con la velocidad y cantidad de sus prestaciones, pero abre además a otros riesgos. Tomemos por caso los problemas que traen los errores de los sistemas inteligentes de detección de caras de delincuentes, y el poder que le otorgamos a esos sistemas cuyo control dista de ser transparente. El miedo que generan los medios de comunicación hegemónicos con la repetición de noticias policiales lleva a preferir que se detenga y encarcele a un inocente, por errores del sistema, antes de sentir amenazada nuestra seguridad.
Una alternativa
Atender la seguridad con una mirada más amplia que complemente la lucha contra el delito sería trabajar sobre la mejora de la calidad de los vínculos poniendo en juego para ello tecnologías de organización social que recuperen y aseguren los espacios públicos a partir de la acción de organizaciones vecinales y sociales. ¿No sería conveniente destinar mayores esfuerzos y recursos para explorar tecnologías no vinculadas al mercado para intentar disminuir los hechos delictivos? En vez de pensar en términos de ataques, defensa y represión se puede pensar en términos de previsibilidad de las situaciones que aseguren accesibilidad a las necesidades básicas de la comunidad y regulaciones de la convivencia social que controlen la delincuencia.
En vez de pensar la tecnología como un sustantivo y reducirla a sus emblemas podemos pensarla como prácticas técnicas situadas y abiertas a un permanente reprocesamiento, que atraviesan tanto a nuestras producciones materiales como simbólicas, nuestros modos de pensar por caso. Por eso preferimos hablar de tecnologíes para designar a la amplia diversidad de modos de construir y poner en juego las prácticas técnicas.
Ante el evidente fracaso de los sistemas represivos y penitenciarios para reintegrar positivamente a los delicuentes a la sociedad, es probable que trabajar sobre los vínculos sociales y la justicia social pueda aportar mejores resultados en materia de prevención del delito.
Especializar y desentenderse, o articular y participar
Las opciones son: incrementar y mejorar la calidad de los vínculos sociales, con una mirada amplia de la seguridad que permita articular programas de acción complementarios y convergentes desde diversos ámbitos, con creciente participación y compromiso social, o sólo delegar en organizaciones especializadas en la represión del delito para desentenderse del problema. Es fácil advertir en el reciente golpe de Estado en Bolivia, y en varios casos de nuestra propia historia, los graves riesgos que implica esta delegación absoluta del poder de represión del delito en una organización policial especializada, armada y aislada.
¿Podremos imaginar y construir nuevas formas organizativas, nuevas tecnologies, que entramen, articulen y complementen los necesarios requerimientos de especialización con la imprescindible participación y control social, para mejorar tanto la prevención del delito como la reinserción social positiva de los delincuentes?
¿Podremos imaginar y construir instituciones de seguridad que incluyan la protección de la propiedad y las personas, y la accesibilidad de todes a los bienes y servicios básicos para una vida digna, en vez de que al acceso se lo presente como a un atentado a la propiedad?