Francisco González Brizuela

Indefensiones en la ciudad amarilla

El Lector Sensible nota que últimamente esta ciudad amanece cada vez más amarilla, de un amarillo desolador idéntico al cielo que impacta en el inicio del capítulo 1, temporada 3 de Breaking Bad. Apesadumbrado, piensa en eso mientras arrastra el paso entre las librerías céntricas, si es que existe el centro de algo.
Mira las vidrieras, busca, necesita otros colores. Fija su atención en una novedad local: en la tapa -cuyo fondo es rojo y negro- cree distinguir una grieta y la textura de una chapa abollada. Lee Defensa personal. Javier Quintá. Recovecos. Compra y sale. Se sube al 70. El asiento disponible está caliente. Se sienta y lee el epígrafe: “Este es un libro de memorias, y la memoria siempre tiene algo para contar”. Tobías Wolf.
El primero de los ocho cuentos es el responsable del título del libro. La prosa es simple, la historia potente. Un barrio acomodado, adultos ausentes, niños frotándose contra una áspera cotidianeidad. Por momentos incomoda al extremo, sin concesiones. Primer mazazo.
El Lector Sensible necesita levantar la vista y tomar aire. Cierra la tapa señalando el inicio del cuento que sigue con el dedo índice izquierdo. Mira por la ventanilla. Las publicidades lo apabullan desde todos los rincones. Vuelve al libro, lee La declaración. Se enamora de aquella Leticia y le duele el final. El cuento más breve reconstruye las emociones contradictorias de quien permanece en la zona de amistad una vez que se enamora. Sabor de boca: ternura inicial y una pizca de machismo que permanece en el paladar.
Nuestro Lector sigue leyendo, cuento a cuento. Los personajes parecen ir creciendo. Se muestra una clase media acomodada, su entorno, sus costumbres desde cierta pertenencia desencantada, desde un sutil y definitivo rechazo. Entre líneas, las referencias a objetos, costumbres y valoraciones delatan a todos los personajes de estos relatos creciendo desde el abono del neoliberalismo de los ’90.
Violencia de clase; soledades; amistades y amores como precarios paréntesis entre tensiones; parejas que renegando de ese ¿pasado? cercano bregan por la construcción de familias diferentes, luchando contra lo aprendido.
En la punta de línea, el chofer interrumpe las reflexiones del Lector Sensible. Ambos lucen cansados, ambos deben salir de ahí. Se tira el lance, pregunta si debe volver a pasar la tarjeta. La pasa. Deberá recargarla ya con el nuevo aumento del boleto. Recuerda una frase del último cuento: “Podríamos llamar a testigos para que cuenten lo que nos pasa cuando las cosas que nunca pasan están a punto de pasar”.