Miguel A. Ferreras

 

columnista alreves.net.ar

La jerarquía del gallinero

El Ministro de Ciencia y Tecnología Lino Barañao ha manifestado recientemente en una entrevista radial que, como solo el 10 % del personal del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) es doctor mientras que en el Conicet hay un 95 %, pretende transferir algunos de ellos al INTI “para jerarquizarlo”. Por otra parte, ponderó el prestigio de la consultora Vasca (Tecnalia) ya contratada, y la adquisición de equipos de alta tecnología, para lograr igual efecto jerarquizador.

Las distintas jerarquías

Al interior de la ciencia una cierta jerarquización es comprensible, porque deviene de la experiencia y prestigio acumulados y validados por sus pares. Pero cuando los resultados de estas prácticas científicas se ponen en juego en la vida cotidiana, en la complejidad de lo real, esas jerarquías (de carrera científica) reconocen otros criterios de estructuración. En los casos que ha atendido el INTI en los últimos años, los problemas son muy diversos a los de los ámbitos de investigación científica. Mas bien pareciera que el Ministro está buscando nuevos horizontes a los doctores que el Conicet quiere sacarse de encima, tal vez por una “excesiva jerarquización”.

La jerarquía de esos doctos difiere de la que se construye con las tecnologías (doctorales y no) por vía del reconocimiento de la comunidad. Para esto se requiere tener la capacidad de complementarse y operar en común, co-operar, componer con otros saberes y prácticas para producir conocimientos, bienes y servicios valiosos para un contexto social. Estas jerarquías no se ubican en el vértice de una pirámide ejerciendo su poder sobre la base, sino más bien en el centro, en el corazón de una comunidad cuyos mandatos se hacen propios. Por ejemplo, los aportes tecnológicos, por vía de la agroecología, que se hacen a una comunidad para avanzar hacia la soberanía alimentaria. Esto jerarquiza al equipo de profesionales y técnicos que cumplen ese mandato. Claro que en este caso se ignoran los doctos y corporativos mandatos que aconsejan el uso de semillas, fertilizantes y pesticidas patentados, de alto costo y que condicionan las técnicas para la organización y realización de los cultivos.

La fascinación artefactual

Los dispositivos tecnológicos sofisticados que el Ministro pondera suelen generar, y se busca que así sea, una fascinación individual, por la superación de nuestras escalas espaciales y temporales, mientras que los beneficios últimos de su utilización se acumulan a nivel social como concentración de riqueza y de poder. Atraen individualmente y operan socialmente con metas sectoriales. Por caso todos usamos fascinados los teléfonos inteligentes, muchos más rápidos e “inteligentes” que el embobamiento que nos producen; sentimos que se potencian nuestras capacidades. No advertimos, o dejamos de lado, que la red en que estos dispositivos se insertan opera en beneficio de unos pocos. Es uno de los tantos riesgos que implica el delegar nuestras acciones en redes que no podemos controlar totalmente.

A esta fascinación contribuye el vértigo que produce el tener el infinito al alcance de la mano. La certeza de que podemos pasarnos la vida buscando lo que nos interesa en ese caudal infinito y aceleradamente creciente de información. Olvidamos que por ejemplo los números pares son infinitos; podríamos pasarnos la vida contándolos sólo a ellos, y habremos dejado de lado entre otros a todos los impares. Ni que hablar de la información que al poder hegemónico no le interesa que accedamos, o a la que requerimos para nuestro singular contexto. Nosotros podríamos cargar esa información pero no lo haremos si sólo seguimos buscando en lo ya existente. En nuestra fascinación olvidamos que infinito no quiere decir todo. No menor es el riesgo de confundir la memoria total y congelable de las máquinas con la memoria viva, siempre en camino, necesariamente selectiva del colectivo social en el que estamos insertos.

Un plan sistemático

Si a la jerarquía doctoral y a la fascinación individual por los dispositivos tecnológicos le sumamos la contratación de “prestigiosas consultoras”, como Tecnalia, que ya ha dado muestra de “exitosos logros locales” en otras latitudes, el plan sistemático de este gobierno queda totalmente desplegado. Se trata de privatizar por vía de la contratación de actores y socios privados o por vía de la simple transferencia al sector privado de lo logrado por el sector público local. Los acuerdos con la empresa Argenium S.A. realizados por la actual conducción del INTI son un indicador de esto último. Jerarquizar, en este contexto, con inserción de doctores, compra de equipamiento sofisticado y contratación de asesores y actores privados internacionales es sinónimo de privatizar. De paso les sirve para desmontar los anteriores logros del Conicet con el pretexto de proponerles nuevos y promisorios horizontes a los doctores que ya no tienen lugar en sus planes. La que proponen es la jerarquía del gallinero no la de la sabiduría. Los despidos contribuyen a fortalecerla, como describo en mi anterior columna; “En el INTI no sobra nadie”.

Preguntas y búsquedas alternativas

En una mirada más amplia se cruza una pregunta: cómo alertar a quienes, subidos a la tercera clase del Titanic, aún sabiendo que en ella no se tendrá acceso a botes salvavidas, insisten en repetir la historia de fugar hacia un progreso para todos que deviene en un éxito para muy pocos. No hay respuestas fáciles para esa pregunta; tal vez una a explorar sea la posibilidad de construir desde miradas alternativas, barcazas con lugar para los sobrevivientes.

Más precisa resulta la pregunta de Eduardo Galeano: “¿queremos ser cómo ellos?”. Sabemos que no podemos porque el planeta no lo soportaría, pero la pregunta sigue siendo central. Ser como ellos incluiría aceptar una humanidad intervenida por la tecnociencia para optimizar su productividad, horizonte que se vislumbra como posible en los países del “primer mundo”. Felizmente existen frutos maduros de búsquedas alternativas a las que nos proponen los centros de poder orientados por el neoliberalismo. La agroecología antes mencionada, es uno de ellos. Una tecnología para tod@s que es también una tecnología con y entre tod@s. Es de esperar que el año próximo tengamos la oportunidad de rectificar en las urnas el actual rumbo.