La utopía de llegar a fin de mes
La megadevaluación del peso tiene una consecuencia directa en el poder adquisitivo de asalariados, jubilados y beneficiarios de políticas sociales. Si la inflación supera los 32 puntos en diciembre –muchas consultoras hablan que perforará los 35-, el salario real habrá perdido un 13 por ciento promedio desde que asumió Macri. En tanto, si la cotización del dólar sigue alrededor de 30 pesos, en dos años y medio el salario mínimo perdió un 42 por ciento, la jubilación un 35 y la Asignación Universal por Hijo un 39. Los ganadores: bancos, agroexportadores, mineras, petroleras extranjeras y multinacionales alimenticias.
jueves, 23-agosto-2018

Por Camilo Ratti
A dos años y ocho meses de llegar a la Casa Rosada, el macrismo dejó en claro para quién gobierna. Bajar los salarios en dólares era uno de los objetivos centrales del proyecto, y las consecuencias están a la vista: entre los perdedores de las políticas oficiales se ubican los asalariados (ni hablar lo que están en negro), quienes cobran el salario y la jubilación mínima y los beneficiarios de políticas sociales, la Asignación Universal por Hijo como la más importante y masiva.
Entre los ganadores, los que hablan de “competitividad” para seguir agigantado sus fortunas: bancos, agroexportadores, mineras, petroleras extranjeras y un puñado de multinacionales alimenticias formadoras de precio, que abastecen o desabastecen las góndolas en función de si les conviene vender en el mercado interno o exportar sus productos.
En una economía cada vez más concentrada y extranjerizada, la política cambiaria es clave porque las fuertes devaluaciones se trasladan invariablemente a los precios. Desde que Macri llegó a la Casa Rosada, el peso se devaluó un 200 por ciento, lo que desplazó a la Argentina del segundo al cuarto lugar entre los países de Sudamérica que mejor salario tienen medido en dólares, detrás de Uruguay, Chile y Ecuador. Además, somos uno de los tres países que tuvo un retroceso de su salario medido en dólares, junto a Brasil y la demonizada Venezuela.
El dato es importante no porque los argentinos cobremos los sueldos o las jubilaciones en moneda estadounidense, sino porque tiene efectos devastadores en el poder adquisitivo del salario. Según un informe del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda, si la inflación de este año llega al 32 por ciento -como Macri y el FMI han admitido-, el agujero promedio en el bolsillo de los principales rubros de trabajadores privados y públicos registrados alcanzará un acumulado de 13,17 por ciento.
Esta licuación del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones se agravaría si el Indice de Precios al Consumidor llega al 35 por ciento o más, como ya están hablando la mayoría de las consultoras económicas, incluso las allegadas al gobierno.
Saqueo al bolsillo
Si se comparan números oficiales de diciembre del 2015 y la actual cotización del dólar, el salario mínimo, vital y móvil pasó de 568 dólares a 328, lo que implica una pérdida del 42,09 por ciento de su poder de compra. Con el aumento del 7 por ciento que se aplicará en septiembre, la pérdida se reduciría apenas 4 puntos: 38,04 por ciento. Esto, siempre y cuando el dólar se mantenga en torno a los 30 pesos.
El dólar sigue inestable, por lo que la pérdida de los salarios se agravará si el gobierno no actúa para bajar su cotización.
Los jubilados, que este gobierno prometió iban a mejorar sus ingresos, es uno de los sectores doblemente castigado por la política macrista: además de perder poder adquisitivo a partir del cambio del cálculo de haberes, en dólares también pierden por goleada. El 10 de diciembre del 2015 una jubilación mínima era de 437 dólares y en agosto del 2018 es de 284 dólares. Eso implica una pérdida de poder adquisitivo del 35 por ciento.
Los beneficiarios de políticas sociales son otro universo de perjudicados por quienes prometieron Pobreza 0 para 2019 y no hacen más que ajustar entre los más vulnerables. En diciembre del 2015 la Asignación Universal significaba un ingreso de 85 dólares, y hoy ese monto se redujo a 52, un 39 por ciento menos.
Ganadores y perdedores
Cuando se devalúa la moneda, la transferencia de ingresos de los asalariados hacia los sectores más concentrados de la economía se produce a través del consumo de los bienes y servicios de la canasta familiar. Dentro de ésta, hay tres ítems claves e irremplazables: alimentos, servicios y combustibles. Sin eso una familia no se puede alimentar, acceder a la energía eléctrica, la calefacción, el agua potable ni movilizarse, sea de manera privada o a través del transporte público.
La nueva fórmula de cálculo y la devaluación perjudicaron fundamentalmente a los que cobran la jubilación mínima
En diálogo con este portal, Vanesa Ruiz, gerente general del Centro de Almaceneros y Autoservicios de Córdoba, explicó que “el precio de los alimentos está atado al valor de los commodities, que están dolarizados. El aceite, las harinas y todos sus derivados integran la canasta básica de alimentos. Si el dólar aumenta, inmediatamente esos productos suben el precio. Y aunque el efecto se traslade al bolsillo de todos los consumidores, el impacto es mayor en los sectores populares, que destinan gran parte de sus ingresos en alimentos”.
Según Ruiz, “las mismas empresas que proveen al mercado interno son las que exportan”. El efecto se siente en el súper: desaparecen los productos de las góndolas o no tienen precio de referencia.
Otro insumo clave en la economía es el combustible. Por decisión de Macri-Aranguren, desde el 1 de octubre del 2017 los combustibles dejaron de estar regulados por el Estado y no han parado de aumentar. Incluso en agosto aumentaron 3 veces. “El combustible es un costo fundamental en el precio de bienes y servicios, por lo que implica el transporte en un país que no tiene otras alternativas al camión para trasladar mercaderías”.
Para el economista José María Rinaldi, la transferencia de recursos se da desde los sectores pesificados (asalariados, jubilados y beneficiarios de políticas sociales) hacia los sectores financieros y exportadores. “Cuando tu salario en dólares baja, la participación en la renta de quienes cobran en pesos se achica y la de bancos y exportadores se agranda. Los primeros por la timba financiera, y los segundos porque al exportar sus ingresos son en dólares”.
Esto se produce, según el economista, porque “las devaluaciones son siempre más grandes que la inflación, el dólar nunca va por detrás de los precios”.
Los que sí corren de atrás en el modelo Cambiemos son los sueldos y las jubilaciones.