El debate y lo que el coaching no puede detener

El primer debate de candidatos presidenciales mostró a un Macri que no pudo salir de su registro habitual y salir a ‘cazar’ a Alberto Fernández. El candidato del Frente de Todos no hizo la plancha y lanzó algunas chicanas. El debate estuvo marcado por la chocante derechización de gran parte delos discursos.

 lunes, 14-octubre-2019

Los candidatos debatieron en el Paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe.


En un show televisivo que dejó abierto el análisis para las distintas subjetividades políticas, el primer debate de los candidatos a presidente no dejó la sensación de ser una instancia que pueda modificar lo que las PASO dejaron casi sentenciado. Más bien se pareció a una reafirmación de posturas con algunos golpes en tono de chicana en una dirección u otra que constituyeron la parte más jugosa.

En la primera jugada del partido, Alberto Fernández pateó al arco: “Hace cuatro años hubo otro debate. En ese debate alguien mintió mucho, y otro dijo la verdad. El que mintió es el presidente”. Cuando terminó de decir esa frase, iban exactamente 28 segundos de su presentación, y para el desprevenido o el carente de tiempo esa línea podría ser un buen resumen de lo que pasaría el resto de la noche. “El que dijo la verdad, hoy está sentado en primera fila de este salón”, completó Fernández. Daniel Scioli fue el invitado de último momento y se le reservó un lugar en el frente para recordarle a Macri sus promesas de 2015 y buscando evitar que el recuerdo de las mentiras se ponga viejo.

Fernández lució cómodo, sabiéndose un polemista de fuste. Los periodistas más oficialistas apenas pudieron criticarle cierto dejo sobrador y el ‘dedito acusador’ (en caso de que esto sea un ‘delito acusable’). Su punto más flojo fue la tibieza con la que se definió sobre el tema aborto: “Hay que tender a la legalización”.



Macri debía aprovechar la oportunidad para intentar lograr lo imposible: reducir diferencias con Fernández. No pareció lograrlo. Demostró incapacidad para cruzar al candidato del Frente de Todos y evidenció que no hay coaching que valga contra un fracaso económico y social tan estrepitoso como el de su gobierno. Siendo un presidente en busca de su reelección se pareció demasiado a un opositor. Pero sus mentiras ya no tienen, como en 2015, el beneficio de la duda. El crédito del ‘dejen gobernar’ se terminó.

Lució más interesado en cuidar su quintita de 32 puntos que en ir a por todo. Muy hostigado por Fernández, apenas alcanzó a ensayar: “Volvió el dedito acusador, volvió el atril, la canchereada. El kirchnerismo no cambió”.

Hasta ahí, la que podría decirse fue la pelea principal.

Roberto Lavagna dejó escapar su chance. En sintonía con Fernández en cuanto a los diagnósticos económicos, el exministro se mostró poco convincente. Apagado, casi, con solo dos puntos para destacar. Primero, cuando en el bloque de derechos humanos habló del hambre infantil en Argentina. Lo segundo fue cuando se sacó la modorra y lanzó un dardo inesperado al Gobierno: “Cuando se habla para algún fondo para educación o salud, enseguida se responde: ‘¿Y eso cómo se financia?’. Mi propuesta es que cuando el Banco Central suba la tasa de interés como lo viene haciendo también preguntemos cómo se financia”.

Nicolás del Caño arrancó muy insistente con el tema Ecuador (tema sensible, claro, pero no para ser eje del planteo en un debate así). La oratoria no es su fuerte y la izquierda tiene mejores cuadros para presentar. Logró cruzar con argumentos a Alberto Fernández cuando le recordó que, a pesar de que él diga que prefiere a los jubilados por sobre los bancos, muchos legisladores peronistas –hoy del Frente de Todos- votaron la reforma previsional en 2017. Y coronó con un pasito estudiado al levantar el puño y mostrar el pañuelo verde al finalizar su exposición sobre la cuestión de género.

Los otros dos candidatos, hombres de derecha, fueron los que lanzaron propuestas más radicalizadas. Esperado, pero chocante al fin. José Luis Espert pidió arancelar la educación universitaria pública y se quejó por la eventual creación del Ministerio de la Mujer (propuesta de Fernández). Hay que reconocerle algo: sabe usar la cámara y fue el único al que Alberto Fernández no le sacó amplísima ventaja en cuanto a capacidad de oratoria. Gómez Centurión centró sus planteos en la ‘defensa de las dos vidas’, el rechazo al aborto y dijo que en Argentina “se reparte misoprostol como caramelos”. Su discurso de tono marcial nunca se ajustó a los tiempos previstos y apuntó a raspar algunos votos del sector derecho del núcleo duro macrista.

En el cierre, una perlita no salió al aire: fue el momento de los saludos posteriores, donde todos los candidatos se juntaron y se saludaron. Alberto Fernández parecía ocupar el centro de la escena. Al fondo, solo, todavía ensimismado, Mauricio Macri seguía en su atril. En el último momento, el escenario dejó otra imagen que sirve de resumen de la noche.