“Me emociona cuando un niño toma un vaso de leche en paz”

Al costado de las vías y rodeada de opulentos edificios, sueña con ser recordada como una líder barrial. Su espíritu audaz la condujo a involucrarse en la historia del país pero, fundamentalmente, en la necesidad de los otros. Teniendo a Evita como referente, luchó para que niños, mujeres y ancianos puedan tener una vida digna. Con ustedes, María Cristina Cordero.

 lunes, 10-mayo-2021

"Siempre fui una mujer muy enérgica y con fuertes convicciones", cuenta María Cristina Cordero.


Llegada al mundo un 9 de julio de 1948, María Cristina Cordero entendió el significado de la independencia desde muy pequeña. “Soy bien libre como los pájaros”, se autodefine mientras imita con sus manos el vuelo. Fue criada por su padre, Santiago Cordero, quien la buscó a los 4 años en las escalinatas de la Catedral. Desde su oficio de zapatero y tranviario, sembró en ella la solidaridad. “Cuando hubo una crecida muy grande y se llevó todo, mi papá participó en la gestión de la ayuda. Recibió todas las donaciones y se las dio a la gente”, recuerda emocionada.

Su primer grito de libertad fue a los 13 años: abandonó su casa paterna. Al tiempo, su espíritu rebelde la condujo a vivenciar en carne propia la historia del país. “Estuve en Ezeiza cuando llegó Perón. Le dejé mis hijos a mi papá y le dije que tenía que trabajar de noche”, confiesa. “De acá salieron como 10 ómnibus, pero solo 3 o 4 pudieron entrar. Y en uno de esos 3 o 4, iba la loca esta”, cuenta divertida. “Nunca había estado en ninguna manifestación y en algo tan grande. El pedazo de miedo que tenía después, porque pensaba en mis hijos y en qué macana me mandé. Todo por ser revolucionaria”, reflexiona.

De esa experiencia de militancia durante los ‘70, aprendió lo que era la política. “Aprendí a fijarme con quién andaba; cómo eran los altos y los bajos políticos y de dónde venían. Aprendí a elegir la gente; aprendí que si vos estas en un cargo tenés que dar, no robar; aprendí a ser solidario más allá de que tuvieras un puesto”, enumera remarcando las palabras. Esos años también le sirvieron para reivindicar la figura de Eva Duarte. “A mí nunca me importó que fuera ‘vedette’, yo vi a ESA MUJER que peleó por nuestros derechos”, dice evocando el cuento de Rodolfo Walsh. “Perón era muy manejado por los militares. Acá la que bajó las aguas e hizo las cosas como ella quería, fue Evita.

La 17 de Octubre

A lo largo de sus 72 años, vivió en distintos barrios de la ciudad de Córdoba. Nació en Comercial, creció en Yapeyú y luego de joven se instaló en barrio San Martín. Producto de la persecución política, tuvo que abandonar su casa y fue la Villa 17 de Octubre la que la cobijó. Pero la crecida del río arrasó con su humilde vivienda y se quedó sin nada. Gracias a la ayuda de los vecinos, pudo salir adelante. “Hubo una mujer que dijo que yo había tenido muchas agallas y que nunca bajé los brazos. Así surgió la persona que soy ahora”, asegura.

La incipiente líder social se terminó de consagrar con el trabajo que realizó junto a los vecinos cuando el gobierno avanzó con la reubicación de la villa. “Eran 360 familias que se querían ir y 270 que se querían quedar. Les hacía ver lo que me había pasado a mí y que esto no era nuestro”, detalla. Las difíciles negociaciones con los funcionarios de Vivienda y Hábitat de la Provincia forman parte de sus anécdotas. “A veces volvíamos a las 3 de la mañana de las reuniones porque si ellos no daban el brazo a torcer, menos yo. Todo por nota, escrito y sellado. Porque a las palabras se las lleva el viento”, certifica.

Como el Ave Fénix

La ilusión de las viviendas en IPV Argüello se desplomó en poco tiempo. “Llorábamos muchísimo apenas llegamos”, expresa. Un lugar despoblado, con calles de barro, sin transporte público y con agua salada para el consumo. “Nos empezamos a dar cuenta porque se murieron muchas personas. Nadie nos había dicho nada”, lamenta. Una vez más, juntaron fuerzas con el resto de los vecinos, se organizaron y fueron consiguiendo lo que faltaba.

Como toda luchadora incansable, también formó una cooperativa en donde confeccionaban ropa para los más pequeños y armó el Hogar de Ancianos San Camilo. “Tenía 35 viejitos. Iba casa por casa y preguntaba qué les hacía falta. Logré que los abuelos tuvieran su bienestar”, manifiesta. También creó la Copa de Leche “Luz y Amor” en donde llegó a alimentar a 135 niños de la zona. “Iba negocio por negocio para pedir donaciones. Había un chileno que me donaba, cada un mes y medio, una bolsa de 50kg de azúcar, leche, facturas y criollos”, narra.

Niños en IPV Arguello alreves.net.ar

Cristina Cordero con los niños en IPV Argüello

Cristina corazón

A los 57 años y luego de atravesar dolores muy profundos, María Cristina recuperó esa fuerza interior que creía haber perdido. Sin techo, consiguió adquirir una casa en Villa Los Chapones. Allí, al costado de las vías del tren y rodeada de desarrollo inmobiliario, vive junto a su hijo Cristian y 30 familias más. Lejos de quedarse quieta, continúa movilizando a los vecinos en defensa de sus derechos.

“Mi sueño es hacer una despedida para los niños antes de irnos de acá”, adelanta frente al futuro traslado de los habitantes a otro barrio. “Amo a los viejos y a los niños. Me emociona ver cómo un niño toma un vaso de leche en paz”, dice conmovida.

En ese mar de recuerdos, cuenta que una vez le dijeron que nunca iba a lograr tener una jerarquía alta porque no sabía “pisar cabezas”. “No pisaré cabezas pero llevo mi conciencia tranquila”, responde. “Quiero que me recuerden como una líder. Por ser constante y representar al barrio. Gracias a lo que soy, soy feliz”, finaliza.