“No todo puede quedar librado a la selva neoliberal”
El rol del Estado es la cuestión central que María Teresa Andruetto propone analizar para encontrar la salida a la profunda crisis que atraviesa la industria editorial, una que la autora cordobesa define como mucho más profunda, más grave y dañina que la de 2001.
viernes, 12-julio-2019

María Teresa Andruetto apunta a las razones políticas e ideológicas como principal causa de la crisis que atraviesa la industria editorial.
Por Celina Alberto.
Tristeza es la palabra que elige María Teresa Andruetto para definir lo que siente tras el cierre de SM, una de las editoriales más importantes de literatura infanto juvenil y textos escolares, y que esta semana dejó sin trabajo a 200 empleados. “Tengo muchos colegas y amigos que son autores de esa casa. Esto me tiene triste y se suma a lo que se ve en general, un achicamiento grande, un deterioro grave”, dice.
En caída libre desde 2016, cuando la impresión de libros se redujo en un 48% luego del récord editorial de 2014, la industria sostuvo el mercado cada vez más achicado a la espera de un renacimiento que nunca llegó. “Hasta la gestión de 2015 el EStado compraba muchos libros para las escuelas y eso era un resguardo muy grande porque eran compras importantes, además las personas comunes y corrientes tenían más disponibilidad de dinero para comprar libros. Ahora con la cantidad de gente que se quedó sin trabajo, con la inflación que ha deteriorado los sueldos, con la precarización de las vidas laborales y la baja económica en general, el libro se convierte en un artículo suntuario. El libro de por sí, aunque uno lo considere como un artículo de primera necesidad subjetiva, no es un artículo de primera necesidad cuando la gente está pensando en si tiene para comer o para cubrirse con un abrigo o un techo”, define.
En el revés de la trama de esta escena, Andruetto despeja una única variable en el origen de la debacle. “Son razones económicas que dependen de razones políticas e ideológicas, de un modo de concebir el Estado que veo en esta gestión, donde el Estado no necesita estar presente en la vida de las personas sino que cada uno se las arregle como pueda en la selva neoliberal. Y estos son los resultados”.
De lo que queda detrás, a la autora le preocupan casi exclusivamente los trabajadores que pierden el sustento. “Se han cerrado otras editoriales más pequeñas, y además hay un deterioro muy grande de la industria de las imprentas, porque con la apertura de las importaciones, se pueden considerar libros argentinos a los libros que se hacen en PDF acá y se imprimen en Corea, China u otros lugares. Mis últimos tres libros se imprimieron afuera y tienen los beneficios de los libros argentinos, aunque se imprimen en otros países. Entonces, toda la gente que trabaja en imprentas, ve un achicamiento muy grande. Además, estos trabajadores también son lectores y muchos lectores son trabajadores de alguna industria que cierra”.
¿Por dónde pensás que está la salida?
Con la opción de un proyecto de gobierno diferente, un proyecto que considere que el Estado necesita ocuparse y participar, de compensar ciertas cosas en las vidas de los ciudadanos, que no todo quede liberado a esa selva neoliberal. La gran cuestión ideológica es si los habitantes, los miembros de una sociedad, creen que el Estado debe preocuparse de ciertas cosas y son su responsabilidad, como la construcción lectora, la educación, la salud, los medios de comunicación, ciertas vías de acceso, caminos, si se considera que el estado debe intervenir subsidiando ciertos servicios para que la gente no pase frío, para que un trabajador no pase hambre, si se cree que el Estado tiene un lugar en la vida de las personas y en el contexto de una sociedad, o si se piensa que todo lo que hace el Estado está mal, que mejor que todo se vuelva privado y que cada uno se arregle como pueda. Esa es la gran cuestión central. Un poco por engaño, un poco por resentimiento y distintas cuestiones, y también por mucha ignorancia ideológica y política, este pueblo ha votado esto, sin saber que iba a traer tanta destrucción para los sectores medios y bajos de la sociedad.
En un contexto de urgencias la cultura suele quedar en el último estante de las prioridades ¿Cuál es tu mirada sobre este modo de categorizar los bienes culturales, su función y su postergación?
Si no hay comida, no puede haber otra cosa. El libro es un pan espiritual pero convengamos que cuando uno no tiene ni para el pedazo de pan para comer, tampoco va a comprar un libro. Ahí es donde el Estado puede intervenir comprando libros para las escuelas, para las bibliotecas públicas, espacios culturales. Pero si estamos ante un Estado que ni siquiera le garantiza a la gente que coma o que se abrigue, y tenemos gente muriéndose de frío, no sé qué podemos esperar acerca de lo simbólico, si justamente estamos en la destrucción de todo. Si este país no está del todo destruido es por una serie de esfuerzos singulares, de pequeños grupos que los hay en todas partes. Voy a la Villa 31 en Buenos Aires y los maestros, las maestras, los bibliotecarios, que además de hacer la jornada completa hasta las cuatro de la tarde, van de modo militante los sábados a alfabetizar a los padres de los alumnos. Como eso hay millones de emprendimientos, pequeños y grandes, en los que participo, gente que descubro en todas partes del país. Por eso esto todavía no es la hecatombe que podríamos tener, aunque ya hay algunos signos.
¿Recordás antecedentes de un escenario similar para la cultura?
En la crisis de 2001 vi algo parecido, pero creo que esto es peor. Estoy viendo cómo crece cada día y hay otros matices. Lo veo peor, la destrucción que hizo el macrismo fue muchísimo más veloz que la que hubo entre el menemismo y la alianza, fue grande pero más lento y no tan profunda como esta..