Mirta Gloria Fernández

¿Otra vez sopa? El truco de culpar y estigmatizar a niños

Mientras más bajo sea el salario del padre o madre y mas alejadas del puerto vivan las familias, mayor será la pérdida.
¿Otra vez sopa? El viejo truco de culpabilizar y estigmatizar a los niños (1)
Dos grupos humanos, lejanos en tiempo y espacio, me enseñaron a enseñar. Uno, durante la dictadura, estaba conformado por adolescentes de las escuelas 84 y 112 cercanas a la Estación de Gregorio de Laferrere, en la Provincia de Buenos Aires; el otro- a partir del 2002- por chicos de 12 a 15 años en estado de encierro transitorio. Durante el transcurso de ambas experiencias no pude evitar darme cuenta de que su sola pertenencia a clases muy humildes los convierte en blanco de agresiones por parte de una sociedad que les adjudica estigmas de todo tipo.
Esas injusticias chocaron y siguen chocando con mis propias representaciones acerca de la voluntad e inteligencia de gran cantidad de niños que conocí en dos tiempos y espacios disímiles. En ambos casos, las teorías del déficit intelectual asociado a la pobreza constituían y constituyen el telón discursivo de fondo. Se trata de un cliché que tiene efectos científicos y que no cesa, como es el caso de ciertos programas de neurociencias, orientados a predecir y controlar las conductas de los sujetos. Arenga tramposa que suele separar la parte (conexiones y redes neuronales) del todo (la unidad de bio-psico-social y el marco histórico).
Una frase que circula en varios contextos es que: “todos los niños tienen que estar bien alimentados ya que la carencia nutricional produce un impacto tremendamente negativo en el desarrollo neuronal”. “Si un chico no recibe suficiente estimulación intelectual, las vías o circuitos neuronales que tienen que eliminarse, no se eliminan, y las vías o circuitos neuronales que tienen que quedar, no quedan” (2).
Dejando de lado que los niños tienen que estar alimentados porque sí, porque comer es un derecho humano, la frase es tramposa por dos motivos: Primero: porque induce a que los chicos carenciados de comida sean estereotipados y culpabilizados por carecer de unos circuitos que solo se activarían si él comiera; segundo, porque omite las enormes capacidades que mostraron las víctimas del holocausto, aunque estuvieran desnutridas (solo un ejemplo). En todo caso, el autor de esta frase debería ocuparse de obligar a los gobiernos de turno a alimentar a los niños a los que nuestra sociedad gusta llamar carenciados. Cuando el objeto de su discurso no sean los niños desnutridos sino las personas que los desnutren, con nombre y apellido, podríamos creer en algo del orden de su enunciado.
Otra vez como en dictadura los docentes tenemos que arremeter con un discurso organicista que lamentablemente es persuasivo porque suena racional, lógico y hasta riguroso al emanar de las ciencias duras. Además es cómodo porque habilita a cargar las culpas sobre la pobreza y se transforma en meme, pues produce el efecto de que el ciudadano común, al entender la ciencia, se sienta inteligente. ¿Quién se atreve a contradecir “lo científico”? Los médicos, además, tienen un prestigio enorme en nuestras sociedades. Dado ese prestigio, ¿por qué no se dirigen a los poderosos que no se sienten responsables de causar pobreza?
En dictadura el discurso biologista bullía, y si bien cae con Alfonsín, se revitaliza con la farsa de la eficiencia noventista. La palabra eficiencia, desde el campo semántico de la economía, irá invadiendo el territorio educativo junto a la vieja concepción de la inteligencia como una entidad a- social, a-histórica que correlaciona los problemas de aprendizaje con la pobreza.
Los argentinos aún no pudimos erradicar las teorías del innatismo ni el determinismo social. Creemos salvarnos durante los gobiernos populares pero cuando gobiernan los neoliberales nos convencen de la rigurosidad de los porcentajes y las estadísticas.
El estereotipo (paradójicamente) también lo usan algunos científicos porque quieren explicar lo complejo de una forma sencilla. Nótese cómo en la siguiente frase, su enunciador pone en un mismo nivel las dificultades socioeconómicas y las genéticas.
“Otro interés importante para aquellos que se ocupan del financiamiento de la educación es la efectividad del alto costo de las intervenciones de recuperación o terapéuticas. Para aquellos niños que sufren desventajas educacionales de algún tipo, por ejemplo, socio-económicas y/o genéticas ¿qué tipo de intervenciones serían más efectivas?” (2).
¿Qué significa desventajas educacionales? ¿Se refiere a problemas de aprendizaje o a una educación desde la desventaja externa? Los docentes tenemos claro que los niños muestran extraordinarios avances cuando los estimulamos con propuestas pedagógicas imaginativas e inclusivas, más allá de entornos socioeconómicos favorables o desfavorables.
Otra cita del mismo autor:
“El bienestar físico y emocional está estrechamente vinculado con la capacidad de pensar y de aprender de manera eficaz. Hogares o entornos escolares estresantes son contraproducentes para el aprendizaje”. (2)
¿Se justifica la inversión científica, que pagamos todos los ciudadanos honestos (no los que se llevan la plata a paraísos fiscales) para llegar a la misma conclusión a la que arriba el autodidacta argentino Chiche Helblung?. Todos, con el tiempo, vamos quemando circuitos neuronales. Y también estamos estresados ¿quién no ha estado mal alimentado en algún momento de su vida? ¿Quién no ha padecido una familia problemática, una situación compleja?
Desde 2002, cientos de adolescentes escriben poesía inteligente y narran extraordinarios cuentos en nuestros talleres de lectura y escritura en el Centro Socioeducativo José de San Martín, del barrio de Parque Chacabuco. Talleres que impartimos desde la cátedra de Didáctica Especial en Letras, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Para que esto sea posible los docentes no nos preguntamos por neuronas perdidas ni por traumas estresantes. Nuestro trabajo fue posible en conjunción con un marco normativo que, desde 2004 en adelante tendió a asegurar la educación y la restitución de derechos de los jóvenes en términos de igualdad, diversidad e inclusión. Objetivos que se vuelven ricos y potentes en un proyecto de resguardo cultural, histórico y etnológico, es decir si estamos convencidos de que la cultura de los chicos, si bien carece de prestigio y legitimación social, es constitutivamente rica y productiva en términos intelectuales, como hemos podido demostrar en todas las investigaciones hechas desde 2002 hasta el presente. Como también podemos afirmar que los conocimientos, descubrimientos, deducciones e inferencias que advertimos en las escrituras de los chicos, en fusión con la cultura letrada de la que se van apropiando, los vuelve poderosos.
¿Por qué denominan vulnerables o carenciados a los niños que viven situaciones de pobreza? ¿Para culparlos a ellos mismos de su fragilidad o de su carencia nutricional? ¿No habrán sido vulnerados? ¿Quiénes vulneran el derecho de comer; de leer y escribir de los chicos vulnerados? ¿Quiénes los estresan? ¿Quiénes les pagan sueldos miserables a sus maestros? En todo caso, los niños en sí mismos, todos los niños, son vulnerables.
(1) Fragmento de la conferencia de la autora impartida en FORO De Literatura Y Derechos Humanos
(2) Citas de Facundo Manes