Pate Palero

Pañuelos

Los pañuelazos por la IVE continúan. Ahora profundizaron su campaña los sectores antiaborto.
El acto escolar del 25 de Mayo encajaba, como de costumbre, en la mitad de mi jornada laboral. Obviando las dinámicas de las mamás trabajadoras, y reproduciendo con naturalidad los estereotipos patriarcales, la seño de segundo había notificado a las “Queridas mamis”, que las nenas bailarían una pieza folclórica caracterizadas como “chinas”, acompañando en rigurosas parejas heterosexuales a los varoncitos “gauchos” del grado.
En la misma notita pegada en el cuaderno de comunicaciones, se detallaba el peinado (dos trenzas atadas con moño), y el vestuario “femenino” para ese día: alpargatas, pollera larga floreada, delantal (¡?), blusa blanca y pañuelo.
De madrugada, antes de salir a trabajar, dejé preparados los elementos del atuendo, que mi hija agregaría a la mochila de esa jornada. Sin embargo, casi a la hora en la que el transporte debía retirarla, la temprana responsabilidad de la niña le permitió advertir que algo faltaba. “Pero saqué un pañuelo de los tuyos”, me avisó por teléfono.
Sorteando enredadas madejas de tránsito urbano, maniobrando en los pedacitos de acera que quedaban libres de estacionamiento en cercanías de la escuela, y trasponiendo diferentes barreras humanas de padres y madres que munidos de sendas cámaras fotográfica obstruían la proximidad al escenario, logré una ubicación desde la cual alcancé a presenciar el momento exacto en el que segundo grado iniciaba su número artístico.
Con los ojos todavía humedecidos por esa emoción inevitable que nos embarga cuando descubrimos a nuestros hijos e hijas superando desafíos, sorpresivas alertas se activaron en mis sentidos cuando en el primer giro descubrí en la espalda de mi hija la leyenda “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir” sobre un brillante pañuelo verde.
Empecé a transpirar imaginando los reproches de las autoridades, las sanciones sociales de las familias de sus compañeritos y compañeritas, y hasta de mi propia suegra. Sería difícil de explicar que no había sido una estrategia de provocación, ni una nueva manifestación contra los mandatos sexistas de una escuela que se negaba a implementar la educación sexual integral. “Mis pañuelos” verdes -de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito- habían quedado muy a mano, en vísperas de la conmemoración del 28 de Mayo, Día Internacional por la Salud de las Mujeres.
Pero mi preocupación no se condijo con ninguna reacción. Nadie advirtió la consigna colgada accidentalmente en una pequeña paisanita. Ni siquiera la maestra, que debió ayudarla a colocarse el pañuelo, percibió su naturaleza “subversiva”. Por aquellos tiempos, sólo quienes adheríamos a este reclamo encontrábamos en su color verde una hermandad, un lenguaje común, un código construido a lo largo de larguísimas plenarias, horizontales, federales, plurales.
Ayer, ocho años después de aquel episodio, mi hija –ya quinceañera- volvió a preguntar por “mis pañuelos”. “¿Cuántos tenés?”. “Ya di casi todos”, le dije, “quizás me sobren dos o tres… ¿Por qué?”. “Parece que se acabaron. No se consiguen por ningún lado, y mis amigas no tienen pañuelos verdes para ir a la plaza”.
Tardé en creerlo. Me lo confirmó el trending toppic #AbortoLegalYa. Y recordé aquellas marchas pequeñas, encabezadas por muchas que ya no están: la blanca cabellera de Dora Coledeski, el magnetismo vivaz de Lohana Berkins, o en Córdoba -y mucho antes-la alta figura de “nuestra” María Inés Mazziotti defendiendo el derecho a las mujeres a decidir sobre su salud sexual y reproductiva.
Quienes desde hace años encarnan esta lucha, mis aguerridas referentes militantes a quienes he visto sortear obstáculos y persecuciones laborales, mediáticas, y familiares, se vieron en problemas frente a un desafío más trivial: resumir el 19F en una sola palabra.
“Emoción” dijo en Córdoba Keka Bossio de Católicas por el Derecho a Decidir. “Fuerza” ofrendó Soledad Deza (la abogada en el caso “Belén”) desde Tucumán. “Una sola? Qué difícil!” dudó la emblemática Ruth Zurbriggen, de La Revuelta de Neuquén, que finalmente negoció dos: “Pedagogías incansables!”.
En un contexto de auge de las libertades individuales por sobre los derechos humanos, y de hegemonía del mercado por sobre las regulaciones del Estado, habrá que estar atentxs a los desvíos, a los atajos, a los peligros de este repentino consenso social hacia una práctica demonizada hasta hace pocos años, pero que mueve un inmenso y clandestino negocio médico.
Por ahora, celebremos. Miles de pañuelos verdes poblaron las plazas del país.