Mayca Balaguer

 

columnista alreves.net.ar

Se acabó el tiempo para los violentos

#Vivasnosqueremos no es un hagtash, es un alarido que pide "basta".

En los últimos meses, los medios de comunicación y las redes sociales se han visto abarrotados de casos y denuncias de acoso y abuso sexual hacia mujeres en nuestro país y en el mundo.

Las formas que las mujeres adoptan para poner en evidencia las violencia sufridas son múltiples: desde escraches digitales hasta denuncias judiciales, muchas de las cuales han resultado en campañas masivas que dejan más que claro que las mujeres estamos determinadas a decir BASTA.

Hemos tenido que escuchar declaraciones discriminatorias que refuerzan estereotipos de género (como el comentario de Facundo Arana sobre la realización de la mujer al convertirse en madre) y “chistes” que manifiestan una clara apología de la violación (hace ya más de un año la brutal declaración del cantante Gustavo Cordera, que tuvo como consecuencia su procesamiento judicial, y la más reciente aparición mediática de Cacho Castaña con su “si la violación es inevitable, relájate y gozá”).

Y ante cada una de estas aberraciones, la reacción feminista, la indignación. El hecho que hoy todos hablemos de la indignación que nos producen los dichos de estos personajes mediáticos es prueba de los avances del movimiento de mujeres, que nos enseñó que son cosas que ya no debemos tolerar.

También estamos viendo cada vez más acusaciones de víctimas de acoso sexual en el ámbito laboral de la industria cultural. Innumerables casos locales, que tienen como perpetuadores a Darthes y Del Sel (por mencionar a algunos), pero también la ola de denuncias que irrumpió en Hollywood conocida como #metoo, a raíz de los escándalos de Harvey Weinstein y Kevin Spacey. Estas denuncias han generado una conciencia de la violencia sexual contra las mujeres, particularmente en el lugar de trabajo, donde los hombres abusan de su posición de privilegio, de su poder.

Todos estos casos son un conjunto, no son aislados. Se trata de síntomas de una violencia que es estructural e histórica, perpetuada por el sistema de valores que llamamos patriarcado. Y este carácter estructural de la violencia exige transformaciones también estructurales.

Estas violencias existieron siempre y el avance del movimiento feminista está logrando visibilizarlas. Estamos transitando un momento histórico que nos permite hablar.

¿Acudir al sistema penal?

Uno de los mayores problemas en estos casos, sobre todo cuando se trata de delitos que afectan la integridad sexual, es la dificultad de hacer la denuncia, de contar la verdad. En primer lugar, porque significa exponerse (por eso son delitos de instancia privada y sólo la víctima puede denunciarlos) y muchas veces no se les cree a las mujeres. En segundo lugar, porque implica poner en riesgo la propia estabilidad laboral (en los casos en que la violencia se perpetúa en este ámbito).Tratándose de cuestiones que ocurren, la mayoría de las veces a puertas cerradas y bajo amenazas, se dificulta aún más la decisión de denunciar. En tercer lugar, la falta de personal capacitado, especializado y con perspectiva de género capaz de contener a la víctima, dificulta este proceso aún más, llevándolo muchas veces a una revictimización.

Sin embargo, los delitos contra la integridad sexual contemplados en el artículo 119 del Código Penal están en ascenso en las estadísticas de nuestro país, ya que las víctimas denuncian cada vez más.

Para el 2016 (los últimos datos disponibles en la página web de estadísticas del  Ministerio de Seguridad), las víctimas de violaciones ascienden a 3717, y las de otros delitos relacionados a la integridad sexual -como abusos simples o gravemente ultrajantes- a 9266.

No obstante, la respuesta punitiva que ofrece el sistema penal no es suficiente. Siguiendo las ideas de la antropóloga feminista Rita Segato, la respuesta penal puede servir para que la víctima, su familia y la sociedad en general cicatricen la herida causada por el delito. “Sirve para que gente siga teniendo fe en las instituciones (a pesar de todos los fracasos de las instituciones) y confianza en que existe un orden social y una justicia, pero no sirve para reducir este tipo de delito. La solución se encuentra en el trabajo en la sociedad y en la conciencia de sus miembros con relación al significado de este tipo de agresión que no le sirve a nadie, nadie se hace más rico con una violación. Si la cárcel sirve, no lo sabemos, porque no existen cárceles ni decentes ni adecuadas para intentar promover ese cambio”, sentenció Segato en una entrevista con el diario Infobae.

Y es que la violencia de género es tan general, tan estructural, que es imposible castigarla toda. El sistema punitivo (más aún con todas sus fallas) no puede dar respuesta a todo, por eso es necesario avanzar en otros mecanismos y abordar el problema de la violencia de manera integral.

Este problema exige una transformación radical en todo nuestro sistema y desde la raíz, que debe traducirse en políticas públicas dirigidas a la prevención, la educación sexual integral, la formación de todos los operadores en perspectiva de género, el apoyo y contención a las víctimas y el tratamiento de los victimarios.

Pero sin dudas estamos avanzando a paso firme hacia esa transformación, para que #NiUnaMenos sea una realidad. Y, citando a Oprah Winfrey en su inspirador discurso en los Golden Globes, para que “ninguna mujer tenga que volver a decir #YoTambién”.

Fuentes:

revistaanfibia.com

elcomercio.pe

chequeado.com

estadisticascriminales.minseg.gob.ar

infobae.com

clarin.com

Luciana Peker. OficialTelefe en youtube.com