“Si antes de la llegada del macrismo había una grieta, ahora hay un abismo”
En esta entrevista con Al Revés, Diego Tatián, profesor de Filosofía Política de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, investigador, autor de varios libros y lúcido analista de la realidad, opina sobre el impacto y la división social que ha generado la desaparición de Santiago Maldonado: “Hay una enorme responsabilidad del gobierno para que ello haya sido así, y no de otra forma que estuviera a la altura de la gravedad del caso”.
viernes, 28-julio-2017

Tatián en una actividad en Filosfía, donde el reclamo por Santiago no estuvo ausente. (Foto: Gentileza Revista Alfilo)
Por Camilo Ratti
La desaparición de Santiago Maldonado ha copado no solo la agenda política y mediática, sino que se metió –después de mucho remarla contra los molinos de viento que buscaban impedirlo-, en la vida cotidiana de los argentinos. Aunque no de la mejor manera, o como el caso debiera abordarse en un país que sufrió el Terrorismo de Estado: gente que se levanta de un recital cuando los músicos piden por Santiago, vecinos señalados por poner carteles en la calle, padres que sacan a sus chicos de la escuela si en el aula hablan del tema, trabajadores suspendidos en fábricas por apoyar la causa, discusiones en negocios del barrio o en la vía pública con quienes llevan el rostro del joven pegado en sus autos. En fin, distintas situaciones de violencia que invitan a pensar que el caso remueve y atraviesa múltiples factores y planos de la realidad, en un país donde la figura del desaparecido tiene un significado muy profundo, que cala hasta los huesos.
En búsqueda de algunas explicaciones, Diego Tatián, filósofo, profesor de la FFyH-UNC, investigador, autor de varios libros y lúcido analista de la realidad que suele volcar sus miradas en columnas del diario Página/12, aporta elementos para abordar lo que está pasando:
¿Qué ha puesto sobre la mesa la desaparición de un joven que se solidariza con una causa de un pueblo originario, y que volvería a involucrar de manera brutal al Estado como responsable?
Existe desde hace tiempo una habilitación mediática, política y jurídica tácita para que las fuerzas de seguridad de sientan liberadas para actuar como si fueran soberanas, exceptuadas del control político y finalmente fuera del alcance de la ley. Esa habilitación se complementa con una promoción del miedo a lo que no conozco y a los que no conozco, que a su vez se traduce en animadversiones sociales, prejuicios racistas, odio cultural y xenofobia. Una sociedad es siempre una trama dinámica de pasiones configurada en virtud de condiciones políticas que inducen la preeminencia de unas o de otras. Un cuerpo desaparecido aloja un régimen de signos complejo en la sociedad argentina. Las disputas cotidianas en torno a eso encierra muchas dicotomías profundas que nunca dejaron de dividir a la sociedad ni de acechar desde un fondo oscuro, aunque la emergencia más brutal de formas elementales del desprecio por la vida estuvieran hasta hace poco inhibidas.
¿Afloró o se hizo visible una suerte de fascismo –o pensamiento reaccionario- que estaba escondido en un sector de la población, o es que todo lo que huela a derechos humanos, una parte de la sociedad lo asocia al kirchnerismo y entonces lo rechaza o se muestra indiferente?
Lo más que puede hacer la política es desactivar los instintos tanáticos que recorren una población y, por decir así, mantener a raya las pulsiones fascistas para que no se manifiesten, pero no, en mi opinión, superarlas o dejarlas definitivamente atrás. Estamos en presencia de una reposición de lo peor, que emerge por la creación de condiciones políticas para que así suceda. En mi opinión, más allá del saqueo económico, la corrupción, el autoritarismo antirreepublicano, la vulneración sistemática de las instituciones, etc., ese es el fondo de la sordidez macrista, un desquicio social y una cultura de la indiferencia, el odio y el desprecio que llevará mucho tiempo revertir.
¿Agiganta la división social el hecho de que el gobierno, desde que se conoció la desaparición de Santiago, mostró inacción y/o protección a Gendarmería? ¿Se habría politizado tanto si el gobierno hubiera acompañando a la familia y al reclamo, y no a Bullrich-Noceti-Gendarmería?
Creo que no se hubiera politizado tanto. La ministra Bullrich mintió desde el comienzo en todas sus declaraciones, demoró las pericias correspondientes, abandonó en el desamparo a la familia de Santiago Maldonado, no apartó preventivamente a los gendarmes investigados como debió haberlo hecho, denostó de manera sistemática la hipótesis de que se podría tratar de una desaparición forzada, despreció a las Abuelas que lograron reunirse con ella después de mucha negativa y acusa de manera intimidatoria a quienes no están dispuestos a admitir pasivamente que fuerzas del Estado desaparezcan nuevamente personas (aunque sea solo como posibilidad). Un hecho gravísimo como la desaparición de una persona, que debiera estar sustraído de la división que recorre la sociedad argentina, es arrojado a la disputa como una cosa más sobre las que no hay acuerdo, objeto de burlas en las redes sociales y negacionismos cancheros que rayan la estupidez. Hay una enorme responsabilidad del gobierno para que ello haya sido así y no de otra forma que estuviera a la altura de la gravedad del caso. La ministra Bullrich debería renunciar.
¿El gobierno entendió o leyó que “rinde” en términos políticos la polarización con el kirchnerismo, que hizo de los derechos humanos política de Estado?
Si antes de la llegada del macrismo al gobierno había una grieta, ahora hay un abismo. Si quienes lo usan para causar miedo, esgrimen el significante “Venezuela” para connotar una sociedad en caos, el gobierno de Macri nos está llevando a una “venezuelización” (pero al revés: la violencia producida por la oposición en el país caribeño, es aquí promovida por el gobierno). Recibió una sociedad con los conflictos sociales naturales de cualquier sociedad, en este caso expresados intensa pero institucionalmente, y la despoja poco a poco de las necesarias mediaciones democráticas sin las que solo impera el poder del más fuerte; recibió una sociedad parcialmente desendeudada y la hipotecó por los próximos cien años; recibió una sociedad intelectual y políticamente viva, y en pocos meses quedó capturada en una violencia cada vez más prepolítica. Pienso que en muchos casos hay una producción de violencia institucional con fines televisivos, cuyo origen no es solo el despojo desencadenado de derechos que habían logrado sectores populares, sino una violencia material inmediata inducida por la policía (y sobre todo por la policía no identificada), como vimos el viernes pasado en Plaza de Mayo. El gobierno tiene todo el poder mediático y judicial para mostrar las cosas exactamente como no son. Tiene todo el poder para adulterar las más elementales verdades de hecho. Si esa operatoria y ese jugueteo con la violencia es el efecto de un cálculo electoral, nos pone a todos (incluido al gobierno) al borde de lo incontrolable.
¿Cómo sacar de la discusión partidaria lo que ha generado la desaparición de Santiago? Porque a pesar de que se trata de un hecho gravísimo, que en principio debería afectar a todo ciudadano democrático, parece no poder abordarse si no es bajo el prisma K/anti K, Macri/anti Macri?
Recuperar la institucionalidad en un asunto de semejante gravedad es responsabilidad del gobierno. No sé si aún está a tiempo pero debería al menos intentarlo y poner todo el poder del Estado en esta búsqueda, con humildad y con la convicción de que es alentador que la sociedad argentina en buena parte (en una muy contundente parte) haya reaccionado como lo está haciendo ante la sola posibilidad de una desaparición forzada. Esa reacción es indicio de vitalidad política y da cuenta de una reserva democrática que no todos los países tienen en ese grado; sin duda debido a una historia de dolor, pero también a una construcción ininterrumpida desde 1983, hoy en riesgo como nunca antes.