Graciela Pedraza

Sobre Jauretche, periodistas y Santiago Maldonado

En su Manual de zonceras argentinas, Arturo Jauretche cita a un amigo que le marca la diferencia entre viveza criolla y las zonceras, al decir que el “argentino es vivo de ojo y zonzo de temperamento, con lo cual quería significar que somos inteligentes para las cosas de corto alcance, pequeñas, individuales, y no cuando se trata de las cosas de todos, las comunes, las que hacen a la colectividad”.
Un poco más adelante Jauretche menciona al filósofo Jeremías Bentham, que siglos atrás instruía sobre las diferencias entre error, simple opinión falsa y sofismas; estos últimos, explica, inyectan en el razonamiento un punto extraño a la cuestión que se trata, y la falsea. Ejemplifiquemos con un sofisma actual: Los kirchneristas se robaron todo. Si alguien intenta reconducir el diálogo por un camino lógico, “bueno, vea, contabilicemos los millones de personas que siguen votando esa opción, ¿cree que todos ellos se robaron todo?”. La respuesta, en la sala de espera de un médico, no se hace esperar: “Sí, todo se robaron”. Acá se evade el “ellos” pero el hombre deja constancia en el tiempo plural del verbo. La siguiente pregunta es ésta: “por ejemplo ¿qué se robaron?”. Responde: “Y, toda la plata del banco”. “¿Cuál banco?”. “Yo qué sé cuál banco, ahí donde tenían la plata”. Ese es el mayor grado de lucidez que puede alcanzar hoy un coterráneo.
De Jauretche hasta nuestros días ha corrido mucha agua bajo el puente, de manera que algunos términos tendrían que ser aggiornados. Zonzo, por ejemplo, tiene hoy un dejo de ternura, pero puesto al día equivaldría al necio, al cretino, bruto, grosero, burro, memo, imbécil, estulto, irracional, inepto, cenutrio… en definitiva, el estúpido y sus variantes femeninas.
Si no fuera porque estamos inmersos en un ciclo trágico, seguiríamos a Jauretche en su humor fino y su punzante descripción de las taras de la sociedad argentina. Pero ocurre que los sofismas que lanzan todos los días los funcionarios macristas y su comparsa mediática, son cada día más peligrosos. Hace más de un año decretaron por encima de cualquier legislación vigente, que Milagro Sala era una delincuente. Que el reclamo de los maestros bonaerenses no respondía a la realidad de sus bolsillos, sino al berrinche de un gremialista “k”. Que los investigadores pueden arreglárselas sin presupuesto. Que endeudarnos cada día un poco más, traerá felicidad a cada uno de los argentinos (no dicen “a todos”, porque lo colectivo, el bien común, no entra en el imaginario amarillo).
Podríamos decir que, en sentido amplio y con perdón de los filósofos, las frases anteriores son sofismas y que solo los necios, los brutos (incluso brutos con títulos, que los hay por mayor), pueden hacerse eco de frases que no admiten un razonamiento lógico. Siguiendo este hilo tal vez concluiríamos que un alto porcentaje de la población argentina cabe en esos términos. La pregunta de cómo llegamos a este punto admite muchas explicaciones, pero basta un botón: el feroz antiperonismo que campea sobre todo en las clases media y alta, lo cual incluye el desprecio por los “negros de mierda”, los pobres, los indios sucios, desgreñados… y ahora terroristas (según el libreto sagrado de Lanata, Bullrich, Garavano y compañía), etc etc.
Toda esta podredumbre con que los dueños del dinero fundaron la famosa “grieta” aún antes de la independencia, es la basura que los medios concentrados usan para perforar las mentes más permeables o aquellas que, aun sabiendo que las cosas no van bien, vigilan su caja fuerte con dentelladas listas por si acaso se viene otro 2001. Cabe aclarar que las líneas mentirosas, a veces delirantes, que lanza tooooodos los días la prensa acaudalada, las incuban los propietarios del poder, pero la bajan colegas periodistas. Hombres y mujeres. Y al llegar a este punto es imposible dejar de preguntar en qué principios de nuestro oficio se apoyan estos rastreros, modernos siervos de la gleba, que por sueldos miserables hociquean en la basura del patrón.
El periodismo, los verdaderos periodistas, siempre hemos cuestionado el poder en todas sus formas, y nos hemos parado en la vereda de los vulnerables, de los perseguidos, los apaleados, aquellos cuyas voces son acalladas. Porque, ¿qué sentido tiene defender a quienes solo defienden sus mezquinos intereses? Solo los brutos, los imbéciles podrían responder esto.
Los verdaderos periodistas estamos, al decir de Eduardo Galeano, del lado de los “nadies”. Los dueños de nada. Los ninguneados. Los que corren la liebre. Los que mueren la vida, los que no tienen cara sino brazos. Los que no tienen nombre sino número. Los que cuestan menos que la bala que los mata. Los nadies, dice también Galeano, son los que no hacen arte, sino artesanías. Como Santiago Maldonado, que junto con otros nadies salió a defender una tierra ancestral como sus dueños, y por eso lo arrastraron a la oscuridad donde campean a sus anchas quienes se lo llevaron. Pero hoy, cuando nos juntemos miles y miles para llevar su nombre como bandera, habrá un “nadies” menos y una batalla más por dar.