Surtidores en dólares, bolsillos en pesos
La desregulación y dolarización de los combustibles en octubre pasado dispararon precios que seguirán subiendo en 2018. Decisión oficial que no tiene razón de ser en un país que refina casi en su totalidad el crudo que se extrae de la Patagonia, cuyos costos son en su gran mayoría en moneda local. Con un Estado ausente, las petroleras extranjeras prefieren exportar o especulan ante la devaluación y la inflación sin freno. En tanto, aprovechan el corrimiento de YPF como empresa testigo en materia de producción y comercialización, donde crece Shell. Estacioneros advierten caída en las ventas en mayo y junio.
domingo, 15-julio-2018

Por Camilo Ratti
En 1922 Hipólito Yrigoyen fundó YPF con una idea estratégica: evitar que la Standard Oil estadounidense y la anglo-holandesa Shell se quedaran con el prometedor petróleo argentino, descubierto en 1907 en Comodoro Rivadavia. Producir la materia prima que movía al mundo y lo sigue moviendo cien años después, era imprescindible para desarrollar el país. Sin soberanía energética no había soberanía económica ni política, y gran parte del proceso de industrialización de la Argentina está atado al crecimiento y expansión de YPF.
“La matriz energética es lo más importante para una economía. El mundo se sigue moviendo por los combustibles fósiles, y si su costo es bajo, el bienestar económico de un país es mayor”, señala a este portal el politólogo y economista Nicolás Gutman. “Casi todo lo que se produce está relacionado al petróleo: el transporte público, el transporte aéreo, los agroquímicos, las pinturas, el transporte de la producción que en la Argentina se realiza en camiones en su gran mayoría, todo tiene petróleo”, agrega el investigador del Centro Cultural de la Cooperación.
Por eso Gutman cuestiona la decisión de desregular y dolarizar el mercado petrolero en un país que refina entre el 96 y el 99% del petróleo que se extrae de su territorio, según datos del Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (OETEC) en base a datos del Ministerio de Energía.
Salvo garantizar la altísima rentabilidad de empresas extranjeras ligadas a Macri, como Shell (Aranguren) o Pampa Energía (Mindlin), no tiene racionalidad alguna atar el precio de las naftas al valor internacional del crudo en un país que se autoabastece de petróleo. Mucho menos dolarizar una producción que es esencialmente en pesos.
Argentina es un país productor de petróleo que pasó a importar grandes cantidades para beneficiar principalmente a Shell.
Una dupla letal
El 23 de octubre del 2017, tres semanas después de haber dado de baja el convenio entre el Estado y las petroleras para regular el precio de las naftas en el mercado argentino, el Presidente celebró que íbamos a pagar “lo que vale en el mundo” y prometió que este insumo básico para la economía “iba a bajar”. Ocurrió todo lo contrario: tomando como referencia la Ciudad de Buenos Aires, la nafta súper aumentó a julio de este año un 28,2%, la Premium 33,9%, el gasoil un 28,2% y la Ultra un 32,6%, valores que se incrementan a medida que la General Paz va quedando atrás por el costo extra del transporte.
Salvo alguna maquinaria que puede estar dolarizada porque YPF está dejando de producirla por el desmantelamiento macrista, los costos internos de las empresas están en pesos. El petróleo que refinamos está en la Patagonia, los empleados cobran en pesos, los impuestos se pagan en pesos. Para los países productores el costo es en moneda local. Existe una relación con el mundo, pero el costo mayor es la extracción.
“La dolarización es un sistema perverso, porque la corrida del dólar aumenta las naftas y éstas impactan de lleno en la inflación, porque suben el costo de todos los bienes y servicios. Es una bomba de tiempo creada por el CEO de Shell, que fue ministro hasta hace un mes. Salvo en colonias africanas, no hay países en el mundo que tengan de ministro a un CEO petrolero de una de las principales empresas de que operan en ese país”, advierte Gutman.
Shell, la multinacional que puso a Aranguren de Ministro, gana terreno en el marcado desplazando a YPF.
Horizonte negro petróleo
Desplazado Aranguren por Iguacel en Energía, el nuevo ministro anunció que las naftas iban a subir mensualmente “buscando un equilibro entre lo que quieren las empresas y lo que puede pagar la gente”. Con el sistema absolutamente desregulado, los valores de los surtidores los manejan las petroleras. Según la publicación especializada O&G Journal, el barril Brent se mantendrá en un promedio de 73 dólares durante la segunda mitad de 2018, y para el 2019 proyecta un 69 dólares el barril.
Pero esa mínima baja no se trasladará a los surtidores porque las petroleras reclaman un ajuste del 25% producto de la megadevaluación de mayo y junio. “Eso se repartirá como mínimo a lo largo de cinco aumentos, aplicándose los últimos en 2019, y el descenso del precio internacional se licuará por la suba del dólar”, advierte Federico Bernal, Biotecnólogo de la UBA y Director General del OETEC. Incluso suponiendo una caída en el precio internacional del curdo, “el traslado a los combustibles de esa baja siempre es ínfimo”, completa el especialista.
A la desprotección de la producción nacional, que en el 2017 cayó un 2,6% -afectando principalmente a YPF-, el macrismo incrementó la importación de crudo y combustible refinado sin ninguna necesidad, beneficiando en primer lugar a Shell y debiendo para ello sacrificar dólares que cada vez son más escasos por la timba financiera que promueve la Casa Rosada. “El gobierno ahonda la extranjerización y desregulación del mercado, permitiendo también ahora las exportaciones de gasoil derivadas de un cada vez mayor excedente producto de la recesión económica”, afirma Bernal.
El aumento de la importación de crudo y naftas refinadas trajo consecuencias negativas en materia de empleo en las provincias petroleras.
Caída en las ventas
La disparada del dólar en un mercado dolarizado se sintió en los surtidores y en los bolsillos de los ciudadanos, que disminuyeron su consumo. “La baja en las ventas de mayo pasado fue del 1%, y si bien no fue tan significativa, fue la primera caída en 13 meses. Sabemos que la de junio fue mayor, pero estamos esperando los números para poder precisar el porcentaje”, le dijo a este portal Raúl Castellanos, titular de la Cámara de Empresarios del Combustibles.
“Las petroleras ponen un precio único, dentro o fuera del país. Al estar liberado, sin un Estado que regule, las compañías hacen lo que quieren, lo venden en el mercado interno o en el exterior, aplicando las leyes del mercado”. Sin embargo, en el caso argentino dicho mercado está cartelizado: en la refinación de naftas YPF, Shell y Axión controlan el 87% del mercado.
En el marco de una política de defensa del mercado interno, como la que se puso en marcha en 2012 con la renacionalización de YPF, la principal empresa argentina funcionaba como caso testigo para el resto hasta diciembre del 2015, pero desde que Shell llegó al poder de la mano de Aranguren, la firma anglo-holandesa ha sido la que definió la política petrolera argentina.
“Los estacioneros nos beneficiamos con el aumento de las naftas porque ganamos un porcentaje del precio del surtidor, pero también nos perjudicamos porque caen las ventas. Por eso lo ideal sería que los precios quedaran como están ahora, que no sigan aumentado”, reconoció Castellanos.
Después de 4 años de crecimiento desde su renacionalización, en 2012, YPF bajó en la producción de crudo y de ventas al público con el macrismo.
Una ecuación que no cierra
“Los precios de las naftas -como para el resto de los recursos claves utilizados por la ciudadanía, así como por el aparato productivo e industrial- son caros o baratos en función no de la cotización internacional del barril de petróleo o de los combustibles, sino del costo de vida, de los ingresos promedios y de la inflación de la Argentina”, sostienen desde el OETEC.
Por eso la comparación hay que hacerla con países importadores netos de petróleo para su refinación. Con la desregulación, los precios de las naftas y del gasoil de la Argentina están por encima de Chile, país que importa el 100% del crudo refinable.
“En Uruguay y Chile, a pesar de tener esquemas atados a los precios internacionales -por ser países sin petróleo-, las empresas estatales ANCAP y ENAP fijan los precios de los combustibles en el mercado doméstico, regulan las utilidades del sector y las cuotas de refinación. Se trata de esquemas de dependencia foránea de crudo y combustibles, pero en presencia de monopolios estatales en materia de importación, refinación, distribución, comercialización y fijación de precios”, explica Bernal.
Función que el Estado argentino abandonó por completo, entregando la soberanía de la energía que hace girar el mundo a las mismas empresas extranjeras que hace cien años vinieron por ella.