Cristian Maldonado

Un cuento chino

Antes de aterrizar en China, Macri decidió promocionar su estrategia electoral a través del diario Clarín. Expuso: “Los argentinos tenemos que confirmar la vocación del cambio. En octubre vamos a volver a discutir si el cambio que hemos emprendido es algo en lo que creemos y en lo que estamos dispuestos a trabajar en el largo plazo, o si queremos volver al populismo”. Esa es la consigna, “el cambio o el populismo”.
Quién sabe si “cambio o populismo” se hará un lugar en la historia de las consignas antagónicas como “Patria o muerte” o “Socialismo o barbarie”, pero lo cierto es que el presidente argentino seguirá los consejos de su amigo Mario Vargas Llosa y edificará desde ahora y durante toda la campaña la figura de un monstruo llamado populismo. El nobel peruano es uno de los grandes constructores de ese mito a base de frases rimbombantes que asustan a cualquier despistado: “El populismo es una peste, una enfermedad, una epidemia viral”. O “Tenemos que defendernos del populismo, sin ninguna duda. Argentina retrocedió en los años del populismo de una manera peligrosísima”. Y en una columna del diario El País titulada El nuevo enemigo, bueno, lo dejó clarísimo: “¿Qué es el populismo? Ante todo, la política irresponsable y demagógica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero. Por ejemplo, estatizando empresas y congelando los precios y aumentando los salarios”.
Todos los esfuerzos y dineros de Cambiemos irán a parar ahí, a convencer a sus posibles electores de que el populismo es sinónimo de tragedia. Aunque este término, que nació en Rusia en la segunda parte del siglo XVIII, suene, al menos para las mayorías, como una difusa categoría política que sirve para definir tanto a Hugo Chávez como Silvio Berlusconi, o al propio Donald Trump, será definitivamente el maloliente caballito de batalla electoral.
En el gobierno existe una enorme preocupación por hacer, aunque sea, una elección decorosa. Una buena elección, incluso un empate, es clave para seguir adelante con las políticas de tarifazos y ajustes (lo admitió el propio ministro de finanzas). Necesita crédito electoral. Y por ello es que días atrás celebró la noticia de que De la Sota no competirá en las próximas elecciones. El ex gobernador provincial, que ya en la última elección había sido funcional a la victoria de Macri, argumentó que quiere dejarle el lugar a los más jóvenes y le hizo un inestimable favor a Cambiemos en Córdoba. “¿Están descorchando ya?”, le pregunté el viernes al diputado Javier Pretto, y me respondió con la alegría apenas contenida: “No, descorchando no, aunque es cierto que si no está, el escenario es más favorable”. De la Sota también es un confeso antipopulista: “Los movimientos populistas en América Latina han cometido el grave error de dividir a las sociedades”, le explicó a EFE a fines del año pasado. Es probable que la génesis de esta decisión tenga origen en un eventual acuerdo de su socio político con el presidente. Desde el comienzo, hubo piropos recíprocos de colección: Macri: “Con Schiaretti somos de partidos distintos compartiendo un mismo sueño”. Schiaretti: “Usted, querido presidente, con este acuerdo demuestra que sigue teniendo el corazón puesto en Córdoba”. Macri: “Qué bueno que estés Gringo con tu equipo porque acá en Olivos somos mayoría los cordobeses”.
El cambio o el populismo se repetirá desde ahora a ritmo de mantra. Necesitan que surta efecto el miedo al cuco populista. Polarizar hasta el infinito, pero el invento sólo funciona con Massa en cancha. Si Massa no existiera, lo inventarían. Cambiemos pondrá todas sus fichas electorales en que le salga bien la jugada del espantapájaros del populismo, pero es consciente de que tiene un problema llamado realidad. En breve arranca el cuarto semestre y todavía estamos esperando las bondades del segundo. Cuando ponen el termómetro en la calle lo sacan siempre ardiendo. A pesar de que están planchados el consumo, el dólar y la emisión monetaria, otrora indudables causantes de la inflación, el aumento sostenido de los precios no afloja. En campaña habían prometido llevarla a un dígito, pero el año pasado, después de la megadevaluación, la inflación anual fue superior al 40 %, la mayor de los últimos 14 años, sólo comparable a la de 2002. En febrero de este año, el presidente prometió una inflación anual de entre 12 y 17 %, pero vamos cuatro meses y ya es del 9,1 %. Y en Córdoba del 9,76 %. Tanto economistas ortodoxos como heterodoxos pronostican que este año estará entre el 26 y el 40 %.
Y el problema llamado realidad no se acaba en la inflación. Mientras los que aún conservan el trabajo pierden cada día poder adquisitivo, el gran ganador de este modelo sigue siendo el poder financiero. El gobierno argentino decidió convertir al país en una verdadera meca para los grandes capitales de la especulación financiera. Se alienta descaradamente la especulación. Las Lebac son el nombre propio que posibilitó que la bicicleta financiera ganara millones. Existen 700.000 millones de pesos en Lebac. Sólo durante 2016 el Banco Central destinó poco más de 170.000 millones de pesos en intereses para pagos por deuda con estas letras. Treinta y ocho por ciento ganaron sin invertir una moneda los que compraron Lebac el año pasado, no hay ningún control para el ingreso del capital especulativo, y fugaron 1.300 millones de dólares. Es el mejor negocio del mundo. ¿Quién se va a poner a invertir si el gobierno promueve la especulación? Por supuesto que de las ganancias de la bicicleta financiera se hace cargo el pueblo argentino, a costa de sudor, lágrimas, esfuerzo, tiempo, pero sobre todo, plata. El gobierno premia al que especula y castiga al que produce o labura. Consolida aquella máxima que dice que el que trabaja no tiene tiempo para hacer dinero. Impecables discípulos de Milton Friedman.
Me cuenta el prestigioso economista del Conicet Demian Panigo que mientras a los docentes los reprimen con gas pimienta por tratar de no perder por goleada contra la inflación, un estudio de Conicet llegó a conclusiones lapidarias respecto de la valorización de mercado de las empresas que están en torno al grupo de amigos del presidente: diez meses después de las elecciones, la valorización de Grupo Clarín, Calcaterra, Grupo Caputo, Transportadora de Gas del Norte y algunas otras empresas vinculadas a familiares o amigos de Macri se incrementó en algo así como 45.000 millones de pesos. De 500 a 600 millones por mes, que es un crecimiento verdaderamente escandaloso aunque no se hable demasiado del tema.
Según la RAE, un “cuento chino” supone una mentira disfrazada de artificios, calzada en una historia fantástica de dudosa veracidad. Algunos estudiosos intuyen que el origen de la expresión data de las narraciones orales que se difundieron después de los viajes de Marco Polo por la ruta de la seda. Eran tan asombrosos los descubrimientos del aventurero de Venecia que no muchos le creían. Con el tiempo, la expresión fue perdiendo valor hasta convertirse en un simple dicho con el que se describe las fábulas inverosímiles con las que engañan a los ingenuos.
Tal vez por extrañas razones del destino, después de una semana con marchas multitudinarias en contra del fallo de la Corte, Macri viajó a China para participar de la cumbre sobre Nuevas Rutas de la Seda, en donde fue recibido por su embajador, Diego Guelar, el mismo dirigente del Pro que en 2009 propuso una amnistía para los genocidas de la última dictadura.
“El cambio o el populismo”, ésa es la consigna anunciada por el presidente para la elecciones. Una especie de nuevo cuento chino que parece diseñado exclusivamente para eludir la realidad. Elecciones 2017, cada quien sabrá. Decía Albert Einstein que locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes.