Francisco González Brizuela

 

columnista alreves.net.ar

Un terremoto a favor en el Hospital Córdoba

El Lector Fisurado  terminó de leer -ya de madrugada-  Recuerdos de Córdoba, de Flavio Lo Presti, publicado por China Editora. Manda un whatsapp imprudente. Decide desayunar en el bar. Abre la puerta con sigilo para que el gato no se escape. El resplandor al otro lado de la puerta de calle le patea las retinas. Reafirma su desprecio a la aceptación mansa de esa analogía entre la luminosidad y el bien. El despojo de la lluvia nocturna ofrece olores animales desde las veredas.

Se sienta, pide el café con leche, aparta los diarios con el lomo del libro que se dispone a releer. Qué bien escribe este tipo, piensa. Cómo hace  para no permitir que lo sueltes cuando te lleva como desganado entre recovecos de anécdotas,  lecturas evocadas e introspecciones muy personales. Piensa. Hace tiempo. La espuma del café basta para amanecer besado. Nuestro Lector Fisurado dialoga con esa parte de sí mismo que no le incomoda por las mañanas:

_ Afortunadamente no le di demasiada importancia a este título bischoffiano, sin dudas propenso al equívoco provinciano: más significativo que los recuerdos es el elaborado trabajo por revisarlos a la  luz de sus lecturas, de su oficio de escritor, de su rol docente y de  experiencias singulares relacionadas a eso que él describe como “…la resignación literaria de escribir reseñas, oficio mal pago y que garantiza la enemistad gratuita con gente ingeniosa y armada de blogs”. Es decir, su  tarea como crítico en secciones culturales…

_…secciones diseccionadas, en extinción en casi todos los “grandes medios”, como cualquiera puede notar. Volviendo al tema, es cierto que en sus encuentros/desencuentros con Piglia, Saer, Fogwill, Cucurto, Lissardi, Busqued, Luy o Guillermo Martínez (entre otros) más que recuerdos inocuos, fluyen ácidas reelaboraciones de lo vivido a la luz de esa experiencia de leerse al leer a otros, algo que Proust consignó así de claro.

_No me cites a Proust, no soy un posible levante tuyo. Volviendo al libro, en los textos de este tipo no hay lugar para la melancolía sensiblera; en su lugar hay un desparpajo y una emotividad más ligada a la provocación de quien ha dejado de tomarse tan en serio la impostura.

_ Puede ser, aunque lo autorreferencial abunda.

_ En general se justifica, para mí.  Son crónicas ensayísticas que se nutren de la columna de opinión, de la reseña y hasta del diario de viaje. Además no me parece que se tome en serio, muestra sus caprichos  y contradicciones como la de otros colegas suyos. Por momentos me fue imposible no aceptar su ingenio sin gesticular.

_ Ingenio y destreza narrativa: para mí desde El extranjero postizo, pasando por  Ocupaciones raras y acelerando a fondo desde La preparación de la novela  asistimos al avance de lo que bien podría ser una autobiografía novelada potente, lúcida, cínica, auténtica. Una capaz de  ayudarnos a resistir al cordobesismo sonriéndole como el guasón de Heath Ledger.  Por eso le mandé el whatsapp.

_ ¿A quién?

_ Mirá, llegó: ¡Flavio, acá! Cómo andás. Gracias por aceptar el café. Menos mal  que hoy no damos clases. ¿Qué pedís? Ya sé, edulcorante para el café, parece ser lo único que edulcorás. Lo noté. Menos mal que aceptaste venir. Pensé que te intimidaría la propuesta de un desconocido,  viste que somos como pacientes de un gran hospital. ¿Cuál es la idea? Conversar sobre tu libro, este sacudón “en una ciudad en la que cualquier cosa nueva es un terremoto a favor”.