En Argentina, el suicidio es la segunda causa de muerte por factores externos durante la adolescencia.
Al ser un tema tabú, muchas de las instituciones implicadas en la prevención y atención registran falencias al momento de abordar este problema de salud pública.
La muerte autoprovocada es un proceso no intempestivo que requiere de un sistema que esté alerta para que el pedido de ayuda no descanse solamente en lxs pibxs.
Sufrir en silencio
Más que la expresión del deseo de morir, el suicidio es un angustiante pedido de ayuda.
Según la OMS, unas 700 mil personas se quitan la vida cada año y es la cuarta causa de muerte entre los 15-29 años a nivel mundial.
En Argentina, los suicidios representan la segunda causa externa de muerte en la adolescencia – después de los accidentes de tránsito – de acuerdo a datos oficiales recopilados por Unicef.
Es un problema social y multifactorial de salud pública
En diálogo con Al Revés, el sociólogo Sebastián Sustas recordó que la cantidad de suicidios adolescentes se triplicaron en nuestro país durante el período 1990-2016.
Hablar o no hablar de un tema tan sensible forma parte de la tensión que rodea a un evento que puede prevenirse.
“El suicidio no es una instancia que ocurra de manera intempestiva. Es un proceso que varía de acuerdo a cada persona, en donde puede haber o no tentativa”
Sebastián Sustas, sociólogo e investigador de Conicet/Unpaz
El aislamiento, la persistencia de ideas negativas, la dificultad para comer y dormir, la desesperanza, el llanto inconsolable y/o el repentino cambio de conducta, son algunos de los signos de alerta que aconseja reconocer el Ministerio de Salud de la Nación.
En el informe de Unicef “El suicidio en la adolescencia. Situación en la Argentina”, el investigador de Conicet junto a otrxs especialistas enumera una serie de factores que pueden ser preponderantes – no necesariamente desencadenantes – en la muerte autoprovocada.
La ausencia o debilidad de otrxs significativos y/o instituciones que cumplan el rol de apoyos afectivos/instrumentales; y las dificultades al atravesar las pruebas estatuidas socialmente en la transición de la adolescencia a la juventud/adultez (logros educativos, laborales, afectivos), son algunos ítems a tener en cuenta.
También la rigidez normativa que no habilita una actitud de mayor tolerancia frente a lo que se categoriza como experiencias no aceptables.
Otra de las alarmas son los padecimientos mentales no atendidos.
Teniendo en cuenta que la adolescencia es una de las etapas de transición más importantes en la vida del ser humano; que está condicionada por diversos procesos biológicos; y en donde la angustia y la incertidumbre son muy frecuentes, la demanda de ayuda no puede descansar solamente en lxs pibxs.
Un sistema de alerta temprana
Como el suicidio es una instancia que se presenta esquiva, es necesaria una red institucional que esté alerta ante las posibles señales y que trabaje de manera mancomunada.
Sin embargo, el trabajo de Unicef encontró falencias en las instituciones vinculadas con la prevención y atención del suicidio adolescente.
La escuela, los servicios de salud, las fuerzas de seguridad, los ámbitos comunitarios y los servicios de protección actúan como soportes de capacidad limitada.
Su efectividad depende – en muchos casos – de figuras que asumen y encarnan el compromiso y la responsabilidad institucional.
La falta de capacitación, coordinación y asignación de recursos son algunos de los obstáculos.
Además, la ausencia de palabras lleva a procesar situaciones complejas sin un soporte colectivo.
“En salud también es un tabú. En las guardias muchas veces no ponen ‘tentativa de suicidio’ por miedo a la estigmatización y a las malas praxis”
Sebastián Sustas
Políticas públicas con enfoques multidisciplinarios, sistemas de vigilancia y el monitoreo/seguimiento de situaciones que incluyan conductas suicidas pueden contribuir a su prevención.
Potenciar los grupos de pertenencia, la solidaridad, los lazos afectivos, la buena comunicación, el autoestima, las habilidades emocionales y la capacidad de negociación de conflictos, también contribuyen a contener y proteger a lxs adolescentxs que estén atravesando ese proceso.
Más allá de las particularidades de cada suicidio consumado, el compromiso y la responsabilidad social es necesario para que lo “urgente” no impida ver “lo importante”.
Estar atentxs es la forma de acompañar. Que el dolor del otrx no nos sea indiferente.
Reforzar los lazos afectivos y potenciar el sentido de pertenencia puede ayudar a disipar la ideación suicida en la adolescencia